Irr Sinnlos nació el día 27 de octubre de 1914, en la ciudad de Portland, Inglaterra. Su padre Winston Sinnlos, era un taxidermista medianamente exitoso en su ciudad natal. Se caso con Integra Schriftsteller, institutris, conocida por ser de las más estrictas. Desde su tierna infancia ya supo que no era como los demás niños:
Aprendía mas rápido, crecía mas rápido, y se tomaba el vinagre a escondidas de sus padres. A la edad de 4 años tuvo su primer encuentro con la muerte. Son buenos amigos desde entonces. Juegan ajedrez los jueves. Sus primeras incursiones en la literatura, a los ocho años, fueron infructuosas. Solo logro vender docientas cincuenta y siete copias de su novela, y solo entre profesores de literatura y bibilotecarios. A los dieciséis huyo de su casa en busca de Soledad, la empleada española de los vecinos. Pero Soledad no le dio bola y huyo de nuevo, esta vez a los Estados Unidos.
En el nuevo continente consiguió trabajo como barman en un bar clandestino. Viviendo en la frontera con Méjico aprendió español, y ahí pudo finalmente huir más al sur, luego de un... problema con las autoridades. Actualmente vive en una pequeña provincia argentina llamada Uruguay. Es una isla insular semidesértica, que Brasil le vendió porque no era redituable cobrarle impuestos. Argentina la usa para almacenaje de planchas.
Su vida desde que se acento en esta prisión monástica privada es bastante borrosa, puesto que el muchacho aprecia su privacidad. (nótese el tiempo presente que puede causarnos problemas legales) Pero se sabe que estuvo incursionando en distintas artes, ciencias, oficios, disciplinas, etc...
Con Da Vinci como modelo a seguir, con el espejo como único rival y con la derivada como único limite, este muchacho de noventa y seis años cumplidos, se dedica actualmente a la literatura y a antender su café: Catarsis. Algunas obras destacadas en sus haberes son Legión (novela gráfica), Cuentos de Cristal (compilación de cuentos cortos), Apología a la vida (ensayo filosófico sobre el significado de la vida), y El Código Da Vinci.
O eso afirma él. Lo vimos llegar caminando desde el norte, pero por los disparates que afirma puede haber sido desde dos cuadras al norte tanto como dos continentes. Llegó con una pinta andrajosa, vistiendo los restos de lo que pareciera ser un traje de principios de siglo, descalzo, pero extrañamente limpio. No aparenta más de 22 años y toda la información de la que disponemos es la que nos brinda él mismo.
Si quieren ver los descubrimientos diarios del estudio de esta mente fracturada, pasen por Parafrenia Explicada. Nuestro sujeto experimental #47 es... peculiar.