En su cuarto del segundo piso, ella está doblando ropa y guardándola en una maleta. Su cabello cano refleja los últimos rayos de sol que atraviesan la ventana. El último día que dormirá en esa alcoba está muriendo, igual que ella.
-Ojalá tuviera una enfermedad terminal, en lugar de solo estar muriendo de vejez y soledad-dice mientras guarda los pertrechos que necesitará para irse finalmente al geriátrico.
-No debe haber nada más triste que una vieja que se recluye sola, porque ni siquiera tiene hijos que la abandonen-le dice él.
Ella mientras mira dos vestidos sin decidirse cual es menos indispensable. Segundos después llega a la conclusión de que un par de pijamas es todo lo que va a necesitar de ahora en más...
Tira todo en la cama y contiene la necesidad de llorar en silencio. Algo que nunca perderá es su orgullo. Ese mismo orgullo que la mantuvo sola todo este tiempo.
Él la mira tiernamente, sentado con su bastón en la mano. Se levanta. va hacia ella, y le acaricia la mejilla. El rostro de ella mira por la ventana el atardecer.
-El ultimo atardecer que miraré por esta ventana.
-Probablemente el último que mirarás. No creo que tengas vista al sol en ese poso que elegiste.
Ella se pone en pie y resume la tarea. Va a la mesa de luz y saca sus más preciadas pertenencias.
-Siempre atesoraré este día en mi memoria-dice ella con una foto de ambos en blanco y negro en la mano.
-¿Así te dé alzheimer?-Bromea él, mirando sobre su hombro.
-Así me dé alzheimer-dice ella, esa promesa de niños que se hicieran hacía cuanto ya... Toma un par de libros rebosantes de marcadores y un cuaderno grueso con flores, hojas y recetas prensadas entres sus páginas, y los deposita con delicadeza en la escueta maleta verde.
-¿La elegiste pequeña para poder tú sola con ella, o para obligarte a no llevar muchas cosas? Siempre fuiste de llevar cosas que no necesitabas, aún a un viaje de fin de semana...
Ella cierra la maleta y sale del cuarto. Baja la escalera de madera que aún soporta su faena estoicamente.
-Y pensar que yo misma elegí el papel tapiz de esta pared-dice con la mano en la pared mientras baja.
-Menos toma el pasamanos querida, no sea que te caigas justo la última escalera que debas bajar en tu vida.
-Incluso yo misma elegí cada foto y cada cuadro que cuelga en esta pared...
-Sí, y yo elegí la madera de los escalones, pero ahora concéntrate en el presente, por favor-le contesta él preocupado, como siempre, por su bienestar-Ah, ¿qué harías sin mí?-dice él, medio en broma, medio en serio...
En la acera el taxi la espera ya. Ella cierra con llave la puerta y, tras dar una última mirada al portentoso edificio, ese mismo que la vio envejecer, ese mismo que le costó tanto trabajo, ese mismo con tantos recuerdos en cada ladrillo y cada tabla, ese mismo que abandona por uno enclenque y con pinta de hospital para enfermos mentales, pero que al menos cuenta con gente capaz de cuidarla, tras despedirse con una última mirada, se encamina, paso erguido, hasta el taxi que ya espera impaciente. Él la ve alejarse y le saluda con la mano. Él quedará con la casa. Ambos, él y la casa, la ven alejarse en el taxi.
-Si solo aún estuviera vivo-le dice él a la casa
-Si estuvieras vivo deberías irte junto con ella a ese geriatrico-le contesta la casa.
-Pero al menos estaríamos juntos hasta el fin...
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