domingo, 6 de febrero de 2011

Apasionado

Tiró la colilla y la piso con odio. Era esa maldita ciudad, lo sacaba de sus casillas. Era como un enorme burdel, con juergas incontrolables; si la estupidez fuese contagiosa explicaría la epidemia que la metrópolis estaba sufriendo; la corrupción era la orden del día y ellos seguían felices con los gobernantes que elegían; felices en sus orgías y sus desenfrenos.

Quería que todo ardiera, y con ese pensamiento prendió otro cigarrillo. La llama danzaba frente a su rostro, iluminando levemente, y encendiendo algo mas que el tabaco: encendía un deseo de más fuego.Tomo los restos mortales del segundo cigarrillo entre el indice y pulgar de la mano derecha, cerro el ojo izquierdo y la lanzo hacia el edificio al tiempo que dijo, con una sonrisa: Puff...

Volvió a su auto destartalado. Tenia que llenar el tanque que acababa de llenar...
Predio la radio:

-timos reportes sobre disturbios pa-tacados por maleantes enmascara-junto rifas en mi bicicleta.

La vos del anciano le trajo un poco de esperanza y soltó el dial:

-Era mi posesión mas preciada. Ahora no puedo ni trabajar.-Esta conmovedora historia, sobre un pobre anciano que tuvo un accidente, y tras pasar un mes hospitalizado regresa a su casa para encontrarla totalmente vacía, es increíble. No dejaron ni los cables de cobre en-click


Apago la radio y prendió otro cigarro. Vio las prostitutas y los puteros de siempre al pasar, y casi que los saluda. Pero los traficantes de sexo realmente le asqueaban, tanto los compradores como los vendedores. Estaba lloviendo ligeramente.

Fue tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar. Mas tarde lo recordaría como un borrón de carretera girando, mezclado con ruido de ruedas chirriando. Un amasijo de metal retorciendoce fue lo que encontró al despertar. Había llamas por doquier. No pudo evitar sonreír. Aun cuando el camión cisterna casi lo mata, no pudo evitar sonreír al ver que tenia a su disposición miles de litros de gasolina...

La lluvia apagaba las leves llamas que salían de su auto, asegurando que pudiera ver un mañana. Igual debía actuar rápido: la lluvia se apagaba tan rápido como el fuego.

Salió de lo que alguna vez fuera su vehículo, y rengueando encaminó al camión cisterna que lo llamaba como una sirena de fuego. El chofer era un obeso hombre blanco, con una bonita pelada, una camisa celeste y la cara apoyada contra la bocina, provocando un increiblemente molesto sonido.
Sacó al conductor con no poco trabajo y se subió al volante de la bestia que le pedía a gritos que la violentara contra algo odioso.

La imagen del fuego relampagueaba tras sus pupilas, como un tatuaje del inconsciente. Era feliz. No porque fuera una solución a todos sus problemas, no porque fuera a arreglar la ciudad de mierda en la que estaba obligado a habitar, no porque fuera a cambiar las cabezas llenas de estupidez de las ratas con las que coexistía.

No. Era porque tenia mucho combustible, y eso significaba mucho fuego, y el fuego lo hacia feliz per se. No solía arreglar las cosas, pero era la solución que mas le gustaba. Sonrió y saco un cigarrillo.

"¿Donde mierda deje los fósforos?"

Su cara se prendió como un fósforo al darse cuenta de que no tenia fuego encima. Comenzó a palparse los bolsillos desesperadamente. Y al buscar en la guantera vio una pegotin contra el humo de tabaco.

"Claro, comes como hijo de puta pero no fumas porque te hace mal al corazón"

Y no tuvo mas remedio que parar en un comercio a comprar fósforos... Empapado en combustible y en un camión robado...

— ¡Opa hombre! Lo agarró la lluvia ¿eh?

—Fuego, preciso fuego.

Su dialogo hacia juego con su apariencia: su largo y enmarañado pelo, su barba de ni el sabe cuantos días, su ropa apestando a combustible, su mirada de loco, el cigarrillo apagado en la boca.

—Esto es una estación de servicio, no puede fumar acá. Pero yo le presto fuego.

Y vaya si le prestó fuego. Icaro no se alejó como le advirtiera su benefactor, sino que le quitó el encendedor de las manos y lo prendió en un solo movimiento.

—Oiga... tranquilo. ¿Está bien? Su camión no está en muy buen estado... ¿Qué hace con el encendedor? No juegue con eso hombre. ¡Oiga!

Icaró ardió con fuerza, y bailó y rió. El dolor no importaba, el fuego limpiaba todas las heridas... Ya se vengaría de todos ellos, ahora el era fuego también...

2 comentarios: