sábado, 14 de mayo de 2011

Sin despedidas

Una carretera de tierra cruza de norte a sur una vía de tren que cruza de horizonte a horizonte. En el cruce se alza un precario edificio de madera pintada de azul marino, con techo a dos aguas de tejas verdeazuladas. Los tonos frescos resaltan en el desolado paisaje, como si hubieran plantado un oasis; los tonos dorados de las espigas en los campos, le gritan verano a los ocres y marrones rojizos de los árboles que ya suspiran otoño; incluso lo único que rompe el horizonte son unas montañas de tierra colorada. Junto a la estación hay una torre de acero oxidado, como una aguja clavada en un costado del cielo. Fue diseñada para ser un mástil de amarre de dirigibles. Junto a la cima en chuza se distinguen vagamente las escalerillas, y los sistemas de poleas y engranajes que permiten bajar a los pasajeros  por la escalera de caracol que recorre el centro.

Solo hay dos operarios. Uno mira desde la taquilla con los párpados cansados, bigote finito, raya al medio, y un poncho color arena. El otro ronca en una silla junto a la ventana de la taquilla. La bulbosa nariz colorada hace juego con la barba roja, que a su vez parece tupida para compensar la cabellera rala y escasa. Casco de minero en la cabeza, mono color café, pies descalzos, con medias que en alguna época fueron blancas, y el dedo gordo del pie derecho asomando por un agujero, junto a la silla duermen una siesta las botas estilo militar.

Esa fue la imagen que recibió a Pasión y Respeto al llegar. Respeto se bajó primero para ayudar a Pasión. Traje gris humo, todo parejo, y de una pulcritud inlograble después de horas de cabalgar. Se quitó la capucha de la capa negra, y se subió los anteojos a la frente para que le sujetaran las rastas que bajaban hasta media espalda. Pasión montaba de costado por la larga pollera de su vestido blanco. Se quitó los anteojos y se los entregó a Respeto. Caminó con paso seguro hasta la taquilla, con las altas botas negras apenas asomando bajo el fruncido de la pollera. Llevaba una capellina blanca y varias tiras de cuero rojas ceñidas por hebillas de cobre; una cruzada oblicuamente desde arriba del hombro hasta bajo las costillas opuestas, otra en la cintura dando dos vueltas, otra en la cadera media ladeada a la izquierda, otra en el antebrazo derecho con cuatro vueltas, y una sobre el bíceps izquierdo con tres vueltas; con una chalina roja sobre los hombros.

—Hola, quiero un billete a Oniria.
— ¿De tren o de dirigible?
— ¿Cuál llega primero?
—El tren llega en un par de horas, el dirigible viene una vez a la semana. Hoy, pero no se cuando.
—Bueno, entonces esperaré, y compraré el que llegue primero.
—El billete de tren sale dos denarios, el de dirigible sale doce.
—Cambié de opinión. Quiero un billete de tren a Oniria.

El operario sonrió y le entregó el billete que tenía en la mano desde que los vio bajar del lince montes. Se sentaron a esperar en un banco de madera que daba a las vías. No había más sonido que el ronquido del otro operario y el zumbido de una mosca. El sol entibiaba el frió seco de modo intermitente entre las nubes. Pasaron las horas y ninguno había dicho palabra. Se ve el humo del tren que llega a la distancia.

—No vayas Pasión.
—Dame un motivo para no ir.
—Porque yo no quiero que vayas.
—Pero yo quiero ir.
—Quedate conmigo. Él no te merece. Si te hace sufrir nunca me perdonaré, y se que te hará sufrir. Conozco su tipo.
—Yo también se que me hará sufrir. Me hará sufrir tanto que la fuerza para mantenerme viva se escapará de mis miembros, y mi ser no me podrá mantener en pie un minuto más. Se que me hará sufrir porque lo amo con locura. Lo amo con toda la fuerza que mi corazón me permite y por eso se que me hará sufrir con tanta fuerza como pueda soportar antes de desfallecer. Pero valdrán la pena mil años de condena por un minuto de la felicidad que me provoca cada instante que está a mi lado. Así que lo amaré igual. Se que me hará sufrir porque se que lo voy a seguir amando hasta que él ya no me ame.

El tren llega. Respeto mira el suelo. Pasión se levanta del banco, camina lentamente a la puerta del tren y se sube sin mirar atrás. Respeto se coloca los anteojos y la capucha, y sale al galope al tiempo que el tren parte con destino al horizonte.

10 comentarios:

  1. excelente.....y como pasa tantas veces....

    ResponderEliminar
  2. Se me llenaron de lagrimas los ojos...
    Me recordo a la pelicula del Quijote, cuando dice qe el amor de por si hace sufrir, y que su amor por dulcinea es una bendicion y una agonia... o algo asi.

    Tambien al final de un poema mio:
    "...En mi lapida escrito quedara
    El amor mas real solo llora
    Su dolor con lagrimas de felicidad."

    ResponderEliminar
  3. Y una vez más escribe verdades en textos bellos...

    ResponderEliminar
  4. ¡Horrible, espantoso, sumamente cursi y...! Bueh, lo admito, estuvo bueno la verdad, lo cursillista quedo bien equilibrado con el ambiente, al punto no de ser empalagante. Esto demuestra que cuando "pones serio" podes ser capaz de producir calidad.

    Mas de esto quiero ver...

    ResponderEliminar
  5. Gracias Ego. Se aprecia. Pero bueno! Basta de halagos y más criticas! Tan de chupamedias? XD

    ResponderEliminar
  6. Pasión y Respeto nunca se hubieran llevado bien juntos. Para mi hicieron bien en separarse después de todo :)

    ResponderEliminar