miércoles, 18 de mayo de 2011

Vendo o permuto

El barrio Alejandría no es muy conocido. Escondido entre la avenida Tigris, el bulevar Éufrates y la rambla, es pequeño y pintoresco. Un barrio residencial. Está como rodeando un pozo, todas las calles bajan, ninguna sube. Las casas escalonadas, muestran más tejados y azoteas que frentes y fondos, como amontonadas para mantener el calor. Las chimeneas largan humos perezosos por la tarde, como un tío gordo fumando su pipa en una reposera.
Los habitantes del barrio Alejandría parecen todos extranjeros, y tienen su jerga propia incluso. Usan palabras como "improperio", "ecuánime" o "disyuntiva", típicos vocablos de almacén, que aparecen en el diccionario meramente como curiosidad. Si fueran de otro país, sería un país indistinto, donde todos son extranjeros.
El pobre barrio tiene muy mala recepción de Internet, telvisión y hasta radio, por estar en un poso y rodeado de los grandes edificios circundantes, por lo que los alejandrinos (como se les llama a los habitantes de este país en plena ciudad) son muy asiduos al inusual habito de la lectura. Increiblemente esta muy lejos de cualquier biblioteca, y si uno quisiera abrir una librería, movido por el espíritu altruista de ayudar a los alejandrinos a conseguirse libros, y no meramente para lucrar a sus expensas, obvio, fracasaría rotundamente y del primer al último intento.
Porque resulta que los alejandrinos tienen sí una biblioteca. Pero antes de que me tachen de embustero por faltar a la verdad, déjenme explicar el funcionamiento de su peculiar biblioteca:
-Uno es dueño de unos diez o doce libros como mucho.
-Uno, normalmente no relee el mismo libro una y otra vez, e incluso en caso de hacerlo a la quinta o sexta vez, por mucho que guste del contenido de dicho libro, va a querer ampliar su repertorio.
-Uno tiene amigos con el mismo problema, pero que suelen tener otros libros distintos a los propios...
Ah, seguro ya saben por donde va la mano. Los alejandrinos crearon un sistema sencillo para prestarse libros entre todos.
Lo importante es desprenderse del sentido de propiedad de los libros individuales, sino sentirse un accionista en una gigantesca librería. El sistema es sencillo. Un libro tiene un valor igual a sus páginas (sin contar indice, paginas en blanco, dedicatorias y demás), y se cambia por una cantidad igual de páginas, dejando a cuenta las que falten de uno u otro lado de la transacción. Así yo cambio una Divina Comedia de 536 páginas, por un Principito, un 1984 y un Frankenstein, que suman 614 páginas, quedando a cuenta las 78 restantes para el próximo cambio.
Pero un libro de cuentos tiene un valor mayor que una novela, pues es más "releible" Para releer una novela uno tiene que leerla de cero, pero en un libro de cuentos se puede abrir una página al azar y... En fin. Los libros de cuentos valen por 1.4 las páginas que tengan, y los de poesía el doble. Ustedes dirán que tal o cual libro, más corto que tal otro es mucho mejor y debería valer más, pero como los gustos entre las personas son tan variados, es seguro que si no gusta un libro aún así se puede cambiar por otros, manteniendo el mismo valor.
Ustedes me leen a mi, así que todo es posible en este mundo.

5 comentarios:

  1. Dedicado a mis amigos y nuestra biblioteca ambulante. Gracias :)

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  2. no te pienses que voy a andar dando por ahi mis libros de King...XD
    Lindo, muy lindo mi querido...

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  3. Es más seguro prestar plata que prestar un libro. He dicho.

    Saludos.

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  4. Tus cuentos cortos se caracterizan por una característica propia....mostrar la realidad pero en un mundo mas equilibrado y sin lugar a tantos errores y posibilidades....este es una manifestación de ellos...ya que los habitantes de nuestra biblioteca ambulante suelen tener demasiadas mas distracciones que leer por lo que nuestros libros se mueven como los continentes....

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  5. Anónimo: No se prestan en mi narración. Se cambian :)
    Zedkin: Es cierto, es cierto. Pero la base está :P
    Euge: Te juro que te voy a devolver tus libros! En serio (?) Gracias querida ^^

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