Caminado por una costa vi un espejo a lo lejos. Yo paseaba por la arena entre las tenues olas y el estoico acantilado. Iba descalzo, con un pantalón blanco y una camisa blanca. Al acercarme al espejo me llamó la atención mi imagen reflejada. No me di cuenta qué era hasta que me acerqué demasiado. Del otro lado del espejo no estaba yo, sino una mujer de vestido blanco, descalza también. Del asombro me detuve en seco, y así también lo hizo la mujer. La busqué por detrás, pero no era real, era la imagen en el espejo.
No hacía lo mismo que yo: si yo levantaba la mano derecha ella levantaba la izquierda. Y ahí me di cuenta de que en realidad ella levantaba SU derecha. Entonces por más que acercaba mi mano al vidrio, nuestros tactos no se tocaban. Me alejé un paso y la saludé.
-Hola-le dije.
-Hola-Me respondió ella.
-Ah, perdón. Pensarás que soy un idiota. Creí que eras la imagen de un espejo-le dije.
-La verdad, eres bastante idiota. Pues yo soy tu gemela-Me contestó y largó la carcajada.
-Disculpa, pero yo soy hijo único.
-Sí, lo se, pero yo igual soy tu gemela. Eres un tonto porque estas hablando con la imagen de un espejo.
-¡Pero si la imagen me ha constestado!
-Pero no sabías que te fuera a contestar cuando me hablaste la primera vez.
-Pensé que no eras un reflejo.
-Y si pensaste que no era un reflejo, ¿por qué te pusiste a bailar frente a mi? Y acabas de decir que creías que yo era la imagen de un espejo. ¿Por qué me mientes de esa manera?
-Bueno, perdón, no era mi intención faltar a la verdad.
Caminé en torno al espejo una vez más, y esta vez ella se quedó en el centro, viendo como yo giraba en torno suyo. Cuando me paré frente al espejo una vez más, ella me sonreía. Levanté mi mano izquierda, y ella levantó su mano derecha, imitando mi movimiento. Levanté mi mano derecha, y ella levantó la izquierda. Acerqué mi mano al espejo, y su mano tocó la mía. Me sobresaltó por un momento sentir la tibieza de su tacto, pero antes de que pudiera reaccionar siquiera, ella entrelazó sus dedos con los míos Y tomados de la mano comenzamos a bailar.
Giramos y bailamos, entrando y saliendo del espejo. La música era el choque de las olas y el eco del acantilado. Fue un momento de comunión que me hizo entender que no eramos gemelos porque tuviéramos los mismos padres, sino porque había una conexión más profunda. Dos mentes bailando el vals de la vida.
Intenté besarle y mi frente chocó con el vidrio. Ella me sonrió y se alejó caminando. Yo golpeé el vidrio y le grité que volviera, pero ya no estaba seguro de si era ella o era yo el que estaba atrapado dentro del espejo...
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