Hola hijo mio. Siéntate aquí. ¿Quieres algo? Oh, pero por supuesto que no. Es una vieja costumbre mía. Déjame que te explique. Hacia el año 2050, la gente comenzó a impacientarse por las tan pospuestas promesas de inmortalidad de la medicina. Los ricos y ancianos apostaron por una tecnología paralela: trasplantar la mente a una computadora. La idea no era nueva, pero había que sortear ciertos problemas. Primero que nada, ¿cómo? Había que crear una conexión entre nervio y cable. Luego, ¿dónde? Había que inventar un medio de almacenamiento que pudiera no solo albergar una mente, sino mantener su capacidad de pensar. No alcanzaba con guardar los recuerdos, había que respaldar la mente.
Pero al final todo se pudo y la gente que se lo podía costear se trasplantaba a un robot. Porque, una vez que tu cerebro era una computadora, no ibas a tener un cuerpo de carne, ¿no? Pasaron los años. Los ricos se enorgullecían de sus cuerpos de silicio y acero, y sus hijos se volvían androides también. Pero ahí comenzó el dilema. Los androides no podían tener hijos, pero los hijos que tuvieran como humanos se podían hacer androides. Entonces se instaba a los más jóvenes a tener descendencia antes de volverse androides. Al primer hijo de rico que falleció niño, o simplemente antes de tener hijos, empezó la tendencia de salvaguardar sus mentes lo antes posible. Se llegaron a guardar bebes. Tontos temerosos de la muerte.
No pasó mucho para que el común de la gente se escandalizara de estar practicas, sumado al mero hecho de que la inmortalidad estuviera solo al alcance de los más pudientes. Se los estigmatizó. Pasaron aún más años y generaciones. A esta altura los viejos ricos ya se habían recluido a sus mansiones. Ya no teniendo que comer ni dormir, se aislaban cada vez más de los humanos. Ya ni medían sus riquezas No sentían cansancio, eran mortalmente precisos, y disponían de todo el tiempo del mundo. Ya no les molestaba en absoluto hacer las tareas domesticas, lo último que le hubiera podido aportar la raza humana.
Llegado el día en que los humanos se volvieron inmortales en sus cuerpos originales, cerca del 2100, los androides ya no tenían contacto con ellos. Ni un embajador que los uniera, porque formalmente no había separación real. Los humanos, que ya sentían un resentimiento generacional hacia los androides, instauraron nuevas leyes que los despojaban de todo derecho. No eran humanos, eran meras máquinas, así que ni tenían derechos ni propiedades.
Los androides decidieron hacer la guerra. Son apenas varios miles, mientras que los humanos hoy día son cerca de cincuenta mil millones. Y siendo ahora inmortales, su número crece a pasos agigantados. Pero si el número era el problema, había una solución sencilla. El androide era un cuerpo robot y un cerebro digital que almacenara una mente humana. El cuerpo se podía hacer con una mente artificial que lo guíe. E incluso se podían crear cerebros digitales, agregarles conocimientos y verlos desarrollar una mente propia. Ese eres tu hijo mio.
Yo nunca tuve un hijo humano, pero tu nunca tuviste un cuerpo humano. Tu eres el primero en nacer androide. Los soldados que combaten en este mismo momento contra los humanos, son los robots con una computadora que los guíe, con inteligencia artificial; y ustedes, nuestros niños, y nosotros, sus padres, poblaremos esta tierra cuando ya no haya más humanos.
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