Djon sintió en el aire la esencia de una presa. Sí. Ahí estaba fuerte y claro un venado azul. ¿Vino desde allí o desde allí No, se fue por allá. Sí, este era el camino por aquí, abajo, tras ese árbol, después de este rescoldo. Pastó aquí; se percibe la tranquilidad. Y de pronto una explosión de adrenalina y sale disparado por allá. Sí, Djon percibía la esencia de un cazador; un felino grande. Sí, el cazador vino de este lado y el venado azul salió disparado hacia allá, corriendo desesperado con sus seis patas. Podía percivir la emoción de la caza en el gran gato, era una nube de hormonas agresivas y expectación. Era lo mismo que sentía él en ese instante. Djon pude sentir como en ese microsegundo sus poros exudaron una vaharada de hormonas; sus garras salieron proyectadas de sus manos; sus pupilas se dilataron; salivó de pura expectación. Ya saboreaba la sangre. Aferró su lanza con aún más fuerza y se disparó como una flecha en la dirección del gran gato. Corrió entre la maleza, saltó a un árbol, giró y se balanceó de la rama hasta caer en otro, brincó con la inercia y aterrizó del otro lado de un arrollo. Pudo encontrar el rastro desperdigado del venado azul, perseguido tenazmente por el gran gato. No lo rastreaba, lo perseguía a un palmo de distancia. Y ahí lo sintió: el aroma de la sangre un poco más adelante. Un par de marcar de garras en un árbol, unas pisadas despotricadas de pesuña, y tres gotas derramadas en una hoja caída. Se erizaron sus placas dorsales y su melena cascabeleó. Djon salió raudo aún más atusado por la excitación Corrió enloquecido esquivando árboles, troncos caídos, rocas, salientes, dobló tras una peña y su filoso oído pudo sentir a lo lejos un mugido Ahora corría en cuatro patas, la lanza cruzada en su espalda. Con cada golpe al suelo se sentía el retumbar a lo lejos. Djon era un sismo arremetiendo en dirección de su presa. Ya casi, estaba apenas a un golpe de distancia, ya podía oír al gato masticar tras una palma. Saltó entre el follaje y cayó aferrado a su lanza, golpeando con el peso entero de su macizo cuerpo en plena espina dorsal del gigantesco gato. El enorme animal, de un gris pardo, con esos gigantescos colmillos inferiores que asomaban por encima de su cabeza ya casi como cuernos, medía, aún en sus cuatro patas, entre tres y cuatro veces la altura de Djon. Pero el golpe atravesó la espina entre los omóplatos dejando al gran gato sin sus extremidades, solo pudiendo rugir en su agonía. Djon aún inyectado por la sed de la caza, bajó de un salto del lomo de la bestia que se desplomaba, sacó su cuchillo de hueso al tiempo que giraba en el aire, y antes aún de tocar el suelo ya había rebanado el cuello de la criatura en una arteria principal. El gato murió antes que el venado que seguía pataleando agonicamente. Era más enorme aún que el gato. Djon sacó su lanza del lomo del gato y se acercó al venado azul. Ya reposaba. Respiraba entrecortadamente. Tenía el vientre abierto donde el gato ya estaba deglutiendo sus entrañas. Djon con un movimiento preciso clavó la lanza entre el cuello y el esternón, tocando el corazón y dejando seco al venado. No se movió más. Djon se enfrentaba al problema de arrastrar toda esa carne al campamento. En su lugar decidió mover el campamento a la carne. Aún tenía el toque. Era más fácil cuando podía ver. ¿Era más fácil cuando podía ver? Tal vez...
Explico mis alucinaciones diarias en un lenguaje que un humano (espero) sepa comprender
lunes, 24 de diciembre de 2012
Ojos entre la maleza
Djon sintió en el aire la esencia de una presa. Sí. Ahí estaba fuerte y claro un venado azul. ¿Vino desde allí o desde allí No, se fue por allá. Sí, este era el camino por aquí, abajo, tras ese árbol, después de este rescoldo. Pastó aquí; se percibe la tranquilidad. Y de pronto una explosión de adrenalina y sale disparado por allá. Sí, Djon percibía la esencia de un cazador; un felino grande. Sí, el cazador vino de este lado y el venado azul salió disparado hacia allá, corriendo desesperado con sus seis patas. Podía percivir la emoción de la caza en el gran gato, era una nube de hormonas agresivas y expectación. Era lo mismo que sentía él en ese instante. Djon pude sentir como en ese microsegundo sus poros exudaron una vaharada de hormonas; sus garras salieron proyectadas de sus manos; sus pupilas se dilataron; salivó de pura expectación. Ya saboreaba la sangre. Aferró su lanza con aún más fuerza y se disparó como una flecha en la dirección del gran gato. Corrió entre la maleza, saltó a un árbol, giró y se balanceó de la rama hasta caer en otro, brincó con la inercia y aterrizó del otro lado de un arrollo. Pudo encontrar el rastro desperdigado del venado azul, perseguido tenazmente por el gran gato. No lo rastreaba, lo perseguía a un palmo de distancia. Y ahí lo sintió: el aroma de la sangre un poco más adelante. Un par de marcar de garras en un árbol, unas pisadas despotricadas de pesuña, y tres gotas derramadas en una hoja caída. Se erizaron sus placas dorsales y su melena cascabeleó. Djon salió raudo aún más atusado por la excitación Corrió enloquecido esquivando árboles, troncos caídos, rocas, salientes, dobló tras una peña y su filoso oído pudo sentir a lo lejos un mugido Ahora corría en cuatro patas, la lanza cruzada en su espalda. Con cada golpe al suelo se sentía el retumbar a lo lejos. Djon era un sismo arremetiendo en dirección de su presa. Ya casi, estaba apenas a un golpe de distancia, ya podía oír al gato masticar tras una palma. Saltó entre el follaje y cayó aferrado a su lanza, golpeando con el peso entero de su macizo cuerpo en plena espina dorsal del gigantesco gato. El enorme animal, de un gris pardo, con esos gigantescos colmillos inferiores que asomaban por encima de su cabeza ya casi como cuernos, medía, aún en sus cuatro patas, entre tres y cuatro veces la altura de Djon. Pero el golpe atravesó la espina entre los omóplatos dejando al gran gato sin sus extremidades, solo pudiendo rugir en su agonía. Djon aún inyectado por la sed de la caza, bajó de un salto del lomo de la bestia que se desplomaba, sacó su cuchillo de hueso al tiempo que giraba en el aire, y antes aún de tocar el suelo ya había rebanado el cuello de la criatura en una arteria principal. El gato murió antes que el venado que seguía pataleando agonicamente. Era más enorme aún que el gato. Djon sacó su lanza del lomo del gato y se acercó al venado azul. Ya reposaba. Respiraba entrecortadamente. Tenía el vientre abierto donde el gato ya estaba deglutiendo sus entrañas. Djon con un movimiento preciso clavó la lanza entre el cuello y el esternón, tocando el corazón y dejando seco al venado. No se movió más. Djon se enfrentaba al problema de arrastrar toda esa carne al campamento. En su lugar decidió mover el campamento a la carne. Aún tenía el toque. Era más fácil cuando podía ver. ¿Era más fácil cuando podía ver? Tal vez...
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