Respeto miraba nostalgicamente unas fotos viejas. Su traje gris con rayas negras verticales estaba sucio del polvo marrón del camino. Sus gruesas trenzas se mantenían en lugar más que nada por sus gafas. Su montura descansaba ronroneando a escasos metros. El calor del día lo instaba a la inactividad, pero tenía que reparar la bomba de agua del poso de Experiencia. Las descoloridas fotos sepia de Pasión lo alegraban al recordar los buenos tiempos, solo para entristeserlo más tarde la distancia que los separaba ahora; más social que espacial. Levantó la vista y se cubrió con una mano para que el resplandor del sol no lo cegara. El molino permanecía estático. Sin bomba y sin molino no iban a tener agua esa misma noche. Iba a levantarse cuando el aplomo de la tarde se sumó al aplomo de su animo para tirarlo de espaldas en las tablas del piso. Una chicharra rasgó el silencio, como anunciando la hora de la siesta.
Pudo oír un carro acercarse durante varios minutos, pero la inercia era demasiada. Tuvo tiempo de extrañarse de no escuchar el martilleo del motor a vapor. ¿Era un carro de tiro? ¿Qué lo tiraba? Tal vez solo fuera un motor bastante silencioso; parecía escucharse un zumbido. Más que ver, escuchó desacelerar hasta casi detenerse las ruedas, y el medio de transporte pasó a paso de hombre frente a su casa y su campo visual. Pudo ver que era tirado por una especie de escarabajos enormes, marrones de patas y cabezas, con las caparazones bronceas dando reflejos verde-agua. Los dos iban con las alas zumbando, probablemente para quitar peso a sus patas y poder moverse más rápidamente.
—Escarabajos de tiro—dijo en vos alta—¿Qué vendrá después?
El carro paró completamente del otro lado de la soñolienta calzada, y Respeto pudo ver bajar una muchacha que llevaba un vestido azul, con las enaguas relucientemente blancas resaltando contra las botas negro onice; sus cabellos negros enrulados como el alambre de un capacitador, caían en bucles de bajo la capellina las delicadas manos cubiertas por guantes negros de chifon hasta el hombro casi; y el rostro de espaldas, fuera del alcance de la vista perezosamente curiosa de Respeto.
Le recordó a Pasión. Miró inmediatamente las fotos que llevaba aún en la mano. Iba a hablarle a esa chica. Sí. No. Tenía que reparar la bomba de agua. Sí, no podía por eso.
El carruaje partió, y Respeto lo vio alejarse colgado del molino, sin saber si ella iba en él o no.
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