Durante mucho tiempo se pensó erróneamente que el humano contaba con solo cinco sentidos. Hoy se sabe que en realidad son ocho. Pero como yo voy a hablar de los sentidos en un sentido poético, me voy a limitar a los cinco clásicos.
Nos han acompañado desde los albores de la especie, y desde la cuna hablando individualmente. Son la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Si uno piensa en la importancia que tiene la vista en nuestra vida cotidiana, más vale quedarse manco que ciego. Pero ¿cómo se ha vuelto tan sofisticado un sentido en comparación a los otros? Pues resulta que son todos más o menos igual de sofisticados, solo que nuestra forma de vida se moldeó de forma tal que la vista es más importante.
Mi vista es una puta. Cualquiera la seduce, y se enamora a diario de una vista nueva. No hace falta más que un simple amanecer, ver caer la lluvia por al ventana, o aún sentarme a mirar las olas romper contra las rocas. Y que no se vaya a cruzar con otra vista. Adoro los ojos. Verdes, celestes, grises, negros, marrones, ámbar, me da igual: yo me fijo en la forma, tamaño, lo peculiar que tenga esa vista, que hace que sean esos ojos, y no un par más.
Pero no mi oído. Ah, no. Mi oído es un elitista. Solo ciertos patrones de sonidos lo satisfacen, ciertos arreglos armónicos a los que denomino "música". Música pueden ser las gotas contra el techo de chapa. Música puede ser el ronroneo de mi gata a coro con el crepitar de la estufa. Música puede ser una guitarra acústica y una voz, o un sintetizador y una batería. Música puede ser una lied élfica, interpretada por una filarmónica, o simplemente un tarareo de la voz más dulce. Solo se que si es hermoso es música.
O sino, piensen en el olfato: Uno puede percibir cosas que están en otra habitación tras puertas cerradas(la abuela cocinando) o incluso notar que algo estuvo, algo que ya no está en la casa siquiera, o hasta saber donde estuvo algo o alguien!
— ¿Fuiste a la playa?
—Ah, no. Esa era Rosita. Pasó a saludar.
¿Qué aromas les gusta a ustedes? Mi flor favorita es el jazmín. ¿El olor a nuevo de un libro? ¿El aroma del barniz de uñas? ¿El perfume que desprende la lluvia, cuando ha pasado tiempo sin llover? ¿Olerle el pelo a una Fräulein...?
¿Y que hay de los gustos? Es mi deber colocar en primer lugar un fuerte café. Un café con leche o crema, un toque de azúcar(lo justo), y una pisca de canela. Confucio decía que un buen cocinero tiene que dominar los cinco gustos: dulce, amargo, ácido, salado y picante. Me encantan los gustos fuertes, pero hay que saber dosificar. Para hacer un plato agridulce es mejor combinar sabores suaves. Ahora, si con la lengua se masajea un pesón ahí ya entramos en el tacto.
El tacto es el sentido más sensual. ¿Qué es lo más placentero del tacto sino una caricia? ¿Qué es el rose entre dos cuerpos sino una muestra del poder del tacto? Un poder donde el más mínimo contacto lanza una descarga eléctrica por la columna. Un beso, labio contra labio, tacto contra tacto, la lucha de dos lenguas enfrascadas en la travesía de sentir. Y podría ir más allá, pero mi punto está claro: Enjoy.
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