Edmundo labraba el campo con el arado de su padre, tirado por el caballo de su tío. Había llovido la noche anterior y tenía barro hasta las canillas, y a las siete de la mañana solo el arduo trabajo lo ayudaba a mantener el calor corporal. No tenía más opción que arar de sol a sol. Su padre y sus hermanos estaban trabajando también. En realidad podía solo no hacerlo, pero eso hubiera significado que su padre le diera una paliza con la hebilla del cinto de sol a sol. Se tenía que hacer rápido, cosa de poder plantar rápido las papas, cosa de que crezcan lo antes posible y poderlas vender para comprar todo lo que no fuera papa que precisaban para vivir, como ropa, o carne. Sí, tenían plantado zapallo, boniato y otras cosas, pero no tenían campo de pastoreo como para mantener vacas y ovejas, así que no tenían ni leche, ni carne, ni lana. Y eso por dar un ejemplo, que las ollas no crecen en los árboles tampoco. Un par de árboles frutales si tenían, un par de manzanos, perales, higueras, etc. Y unas cuantas gallinas también. Leña simplemente buscaban en el monte.
Todo esto pensaba Edmundo para motivarse y seguir trabajando. Y entonces ocurrió. No hubo chispas ni rayos, ni luces danzantes, ni un túnel en espiral, ni relojes rompiéndose, ni un almanaque al que las hojas se le caen, ni básicamente nada. Fue como si hubiera parpadeado y de golpe el campo se llenó de casas, y el arado desapareció. Así, como si no se hubiera dado cuenta y hubiera estado durmiendo todo el tiempo, y solo se diera cuenta al despertarse. Obviamente quedó desconcertado al instante, pero lo abrupto del cambio hizo que no se asustara.
— ¿Hola? — Articuló levemente.
—Hola— Le contestó una mujer que pasaba por la vereda.
—Esto... ¿Dónde estoy?
—Esta es Convención, y aquella es Irurtia. ¿O pregunta por el barrio?
—No, digo... O sea... Perdone, es que no entiendo nada. Yo hace un minuto estaba arando el campo que arrendamos y de golpe estoy acá. ¿DÓNDE estoy?
—Este... A ver, quédese tranquilo. ¿Toma algún tipo de medicación?
— ¿Eh? No, ¿eso que tiene que ver con algo?
— ¡Oficial! A ver, el señor policía lo va a ayudar.
El policía lo primero que le pregunta es su nombre, nacionalidad, fecha de nacimiento...
— ¿Cómo que 1896? ¿No será mil NOVECIENTOS noventa y seis?
— ¿Eh? Pero si estamos a mil novecientos doce recién, ¿de qué me habla?
Y veinte minutos después ya estaba Edmundo camino a un hospital psiquiátrico, donde permaneció un par de días en observación, mientras llegaban los resultados del sistema con la identidad del muchacho. Es solo cuestión de corroborar las huellas digitales con las del banco. Lo primero que hicieron, obviamente fue compararlas con las de un tal Edmundo Araus, pero en el sistema salía que nació efectivamente en 1896 y desapareció el veinticuatro de marzo del año mil novecientos doce, por lo tanto sus huellas no se encontraban digitalizadas. Cuando el psiquiatra aseguró que no tenía rastro de problemas mentales, excepto un total desconocimiento de todo lo referente a la vida actual, y esa noción de estar cien años antes de la fecha, esquizofrenia fue el diagnostico del jefe del hospital, aún cuando no tenía el perfil.
Llegado este punto, un cierto oficial, no tan escéptico como el resto del cuerpo, decidió comparar las huellas del sujeto con las del Edmundo del archivo. Y valla sorpresa cuando fueron prácticamente iguales. El jefe del hospital mantuvo su postura de no hacerle saber, porque eso solo incentivaría su comportamiento psicótico, pero en vista que no tenía parientes que lo visitaran, el oficial decidió hacer uso de dichos privilegios.
—Así que estamos a dos mil doce. El mismo lugar donde crecí, pero cien años en el futuro.
—Bueno, técnicamente es el presente.. ¿Qué es lo último que te acordas?
—Estar arando el campo que le arrienda mi padre a Don Zoilo, con el arado de mi padre y el caballo de mi tío.
—Bueno, la verdad no tengo ni la más remota idea de como llegaste a acá-digo, a ahora. Pero yo en tu lugar solo decía que estamos a dos mil doce y que te suelten.
—Pero no se nada del futuro. Si me preguntan quién es el presidente no tengo ni idea.
—No te preocupes, que eso es normal en cualquiera de tu edad mijo.
—O sea que toda mi familia ya ha muerto...
En eso le suena el celular al policía. El desconcierto dio paso a la curiosidad, y cuando le empezó a mostrar todos los cachivaches que tenía el sencillo celular del policía, medio que se olvidó de todo lo que había perdido, por todo lo que podía haber ganado. Dos días más tarde y Edmundo se iba a vivir con el policía y su mujer. (Ella perdió su primer embarazo y ahora no podían tener hijos). Edmundo no había hecho más de tercero de escuela, así que el oficial lo mandó a hacer nocturna.
Mientras tanto, en 1912, en un campo embarrado, un hombre de traje y corbata trata inútilmente de buscar señal con su celular, mientras un caballo pasta a unos metros de distancia...
Tu fobia! :O
ResponderEliminarTe tienen calado.
ResponderEliminarEl tipo de traje es apellido Irurtia y la calle tiene su nombre, así que en realidad no hay colapso temporal :P
ResponderEliminarEntonces aún tenés que explicar cómo se convirtió en una personalidad célebre para que bautizaran la calle con su nombre.
ResponderEliminarUh! se me escapó un comentario firmado sin querer.
Eliminarjajajaja xD Síp. Siempre tengo mucho más que decir, si solo lo escribiera ya tendría unos dos o tres libros... Hey! Ahora tengo algo que decir! Puedo escribir! :D Si solo no hubiera distracciones en internet...
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