miércoles, 9 de enero de 2013

Adelmo y Adalguisa

El consejo había tomado su decisión, y una decisión del consejo era tan definitiva como la gravedad de un agujero negro. El pobre Adelmo estaba al borde del llanto, vestido con harapos, descalzo y esposado, mirando esas imponentes figuras de cinco metros, con sus diminutos rostros blancos, sus ojos completamente negros, sus delgadas manos blancas, y sus enormes vestidos marrones, con un intrincado diseño estampado en dorado en la tela, que pendía de los distantes cuellos, como una desgarbada carpa de circo. Eran figuras de mitología más que seres humanos. No se veía a un miembro del consejo en publico desde hacia tres generaciones. Adelmo agacho la cabeza, cerro los ojos y apretó los dientes para no llorar cuando el gordo vocero escupió la sentencia con ese vozarrón de bajo que le daba nombre a su puesto. Iba a ser desmembrado y mantenido con vida en animación suspendida para que muriera a lo largo de tres semanas. Quiso gritar. Quiso gritar que era una injusticia, quiso gritar que era inocente, pero sobre todo quiso gritar por pura desesperación. Estaba solo en un planeta extraño, y la única que lo podía probar, la única a la que le hubiera importado, era el motivo por el que lo condenaban.

Todo había empezado casi tres años atrás en su asteroide natal. La colonización de asteroides empezó como una empresa minera, siguió como una novedad turística para un mundo lleno de robots y de humanos hastiados de tanto tiempo libre, y termino siendo el patio trasero de la sociedad. El asteroide era el terreno aclimatable más barato e incómodo. Eran los barrios bajos del conglomerado. Aclimatar Sentron, la mole congelada, requirió de descargas nucleares y descensos controlados de meteoritos, seguido de décadas de cultivo controlado de bacterias para eliminar la radiación y generar gases de efecto invernadero hasta que se elevo la temperatura del planeta al punto en que se pudo introducir flora y, una vez inundada de oxigeno la atmósfera, fauna.
Para aclimatar un asteroide de un par quilometros, como el 617892 de Adelmo, se requería rodearlo de cúpulas de nanofibra de silicona que filtraran las radiaciones letales, contuvieran la atmósfera letal y protegieran de las mini colisiones, pero dejara pasar los indispensables rayos solares. Luego se cubría una buena parte del terreno con cultivos, apilados en varios pisos, en cuyo caso la luz llegaba por fibra óptica a los estratos inferiores; o, lo que se estilaba mas últimamente, cubriendo la superficie, con las viviendas y demás edificios en los subsuelos.
Adelmo vivía en el subsotano 17, sección 14 radianes, subseccion HD con .13 radianes. Era el hijo de un carnicero. Su padre criaba los gusanos de tres metros de largo que representaban el suministro de carne del asteroide entero. Él conducía el camión desde edificio de producción a los distintos distribuidores. Es por eso que tuvo la mala suerte de chocar con una muchacha distraída que caminaba por el medio de la vía de camiones. Adelmo frenó desesperado, pero ya había pasado el accidente antes de que hubiese pensado siquiera en reaccionar. El camión la golpeo y en la nula gravedad del asteroide salio despedida. El camion, obviamente no se hizo daño alguno. Adelmo bajo y lo dejo que siguiera por los rieles en automático hasta destino. No sabia que hacer. Flotaba desesperado en la dirección que la vio alejarse.
¡Estupido! ¡Se suponía que él iba a bordo justamente para evitar este tipo de cosas! Su padre iba a comprar uno de esos sensores de aproximación e iba a mandar el camión en automático de ahora en más, estaba seguro. Estaba ocupado en preocuparse por si mismo como para preocuparse por la pobre Adalgisa que vagaba inconsciente por los sótanos del asteroide. La encontró inserta en la ventana de un apartamentucho de soltero. Adalguisa se poso levemente sobre una parva de basura. Probablemente quedo apresada por la viscosidad de alguna sustancia. Adelmo salto hasta la ventana y entro pidiendo disculpas, pero el dueño de ese espacio vital yacía inconsciente en un rincón, saturado de alguna droga recreativa de moda. Así que Adelmo se apresuro a sacar a Adalguisa Pero cuando la tomo en brazos fue como si un ángel hubiera abierto todos los niveles para dejar caer un rayo de sol directo en su regazo. Adalguisa era una explosión ante su vista, y otra explosión en su entrepierna. No lo pensó y la beso ahí mismo. Y como cuento de hadas ella despertó y lo recibió con una cachetada de proporciones cósmicas. Adelmo le pidió disculpas, le aseguro que no tenia nada que temer, pero Adalguisa estaba muy asustada y miraba en torno como sin comprender. Y de hecho cuando hablo lo hizo en un idioma que Adelmo no comprendió.
En los comienzos de la era de los viajes espaciales se hablaban solo ingles, chino, hindú español, alemán y japones en la tierra, y a su vez cada lengua fusionada con las demás al punto de ser más dialectos que idiomas aparte ya, de manera que casi cualquiera entendía casi todo lo que decía casi cualquiera. Pero tras siglos de aislamiento, por más que tanto Adelmo como Adalguisa hablaban, técnicamente, alemán, eran dialectos tan diferenciados que no se entendían uno al otro. Por eso cuando la culta princesa intento con varios otros idiomas que dominaba a la perfección, Adelmo siguió sin comprender. Así que a señas y paciencia le explico que fuera con él. La tomo de la mano y salto por la ventana. Adalguisa soltó un grito y se sujeto a Adelmo con fuerza suficiente como para que él decidiera soltarse voluntariamente. La princesa no estaba acostumbrada a la casi nula gravedad del asteroide, y sus músculos y huesos eran bastante mas fuertes que los del desgarbado Adelmo.
Ella media exactamente uno sesenta y seis, mientras que el dos diez; ella llevaba sus dorados bucles colgado del lado izquierdo, con el hemisferio derecho de su cráneo pulcramente afeitado; el tenia el cabello marrón desordenado, como si mas que cortar, se lo hubieran arrancado. Ella, por mas que de tez pálida, llevaba el bronceado de alguien que vivía en un planeta; la piel de él era de ese blanco transparente surcado de venas azules, típico de quien vivía en una cueva. Adalguisa quería, realmente quería explicarle que hacía ahí. Así que hablo de continuo todo el camino sin importar que Adelmo no pudiera entender palabra. Mientras él quería, realmente quería acostarse con ella (y que su padre no lo matara), así que le interesaba indirectamente entenderla. En armonía con sus intereses estaba llevarla a lo de Ellery, en una tentativa de que le tradujera el dialecto de la princesa. Ellery no hablaba más idiomas que Adelmo, pero tenia un ordenador y eso era suficiente.
La princesa de Sentron gustaba de visitar los planetas interiores. Esos que son tan calurosos que no se pueden aclimatar sin inducir una sofocante atmósfera venenosa que por lo menos proteja de los asesinos rayos solares, generando una semisombra general. Los trabajos de industria química masiva apoyaban el accionar de la flora bacteriana, y los mineros podían trabajar "cómodamente" en un clima tropical con solo un traje de microlatex y una mascara con escafandra. La princesa Adalguisa soportaba con estoicismo el traje para disfrutar el atractivo turístico, no demasiado popular, de volar en Fernus. Entre la densa atmósfera y la débil gravedad solo se necesitaban un par de alas como de mariposa pegadas al cuerpo y se podía remontar vuelo desde cualquier altitud. La princesa, en plena forma, era capaz hasta de despegar del nivel del suelo. La familia real permitía este capricho, por más que peligroso, porque mantenía ocupada a la niña varias semanas al año, y lejos de sus militancias políticas por las condiciones de los trabajadores. Adalguisa se aseguró, ademas, de que los trajes para los mineros fueran tan buenos como para proteger la vida de la mismísima heredera al trono de Sentron. O al menos una versión mas barata del mismo traje.
Adalguisa no le explico todo eso a Adelmo, sino que se limito a contarle al traductor que volvía de Fernus cuando atacaron al crucero real. Destruyeron ambos escoltas antes de que se enteraran de nada. Es bastante entendible considerando que en el espacio no hay aire que transmita los sonidos, y en el barco espacial tampoco hay ventanas que muestren el exterior. No le dijo tampoco que el piloto miraba a través de pantallas conectadas a cámaras en torno a la nave entera. Tampoco le dijo el método que emplearon para abordar: arrojar burbujas que disolvían lentamente el casco de la nave, dejando una película plástica magnética que podían atravesar con sus trajes especiales; dormirla de un disparo, pulverizar a cualquier otra persona que se interpusiera en su camino y subirla a su nave envuelta en otra burbuja magnética.
Despertó en un deposito en el asteroide 617892. Un corpulento moreno, con rastas hasta la cintura y cuatro dientes de oro, se estaba sacando su mugriento overol, que en una época supo ser beige. En la baja gravedad del asteroide le estaba costando sujetarla, porque el suelo pasaba a ser una pared que se alejaba al menor contacto. La princesa le hundió de una patada los testículos que el morocho ya llevaba descubiertos. Escapo desesperadamente frente a la vista de los otros dos guardias, que esperaban su turno por carne real, fumando y jugando a las cartas atados a una silla.
El asteroide rotaba dando la simulación de una gravedad habitable pero invertida: del centro se caía hacia "arriba". Y en el centro mismo, donde se hallaba el despotricado almacén del que escapo Adalguisa, solo se rotaba lenta e imperceptiblemente. La historia resumida era que un camión la durmió de un golpe apenas asomo a la calle... Afortunadamente también la arrojo a varias cuadras de distancia, y cuando los guardias se desprendieron de sus sillas y atinaron a salir en su búsqueda, solo vieron un camión huyendo. Hasta que no lo alcanzaron no se enteraron de que iba en automático.
El problema al que se enfrentaba Adelmo ahora, era descifrar lo que el traductor le decía. Adelmo y Ellery hablaban un dialecto provinciano, poblado de jerga que se había "oficializado" en el aislamiento; la princesa hablaba un dialecto arcaico e impecable, el mismo que figuraba en el diccionario, y el mismo que tradujo la computadora al pedirle alemán. Adelmo, en otras palabras, le pedía al computador que tradujera alemán al alemán, sin saber que era alemán y obtuvo como respuesta: alemán. No entendía ni la mitad de lo que decía en la pantalla. Por suerte podía pensar rápido.
Una pistola de plasma usa cartuchos de agua con punta de estaño. El estaño es un metal barato, blando y que se vuelve plasma a temperaturas y presiones muy bajas. Bajas en comparación con las del plomo, por ejemplo, porque la energía sigue siendo estratosferica, solo lograble con una reacción nuclear controlada. Era una temperatura tan baja que el agua que estaba en el cartucho se vaporizaba instantáneamente, arrojando la bola de plasma a través del tuvo cerámico con un una velocidad apenas subsonica. No es de extrañar entonces que el torso de Ellery se abriera en un agónico agujero, que el proyectil no solo lo atravesara dejando salpicadura y un minicrater en la pared, sino que incinerara al contacto hasta el hueso, haciendo que la espalda casi explotara en sangre, y casi se cortara al medio.
Adelmo atinó a huir en la dirección correcta con la princesa prendida de la muñeca. Ademas del moreno iban un gordo petizo semipelado, y un narigón escuálido y bigotudo. Ninguno de los tres era nativo de asteroide, y Adelmo no solo se movía con mucha más soltura, sino que conocía el camino. Pero aun así siempre parecían saber tras que puerta estaban, que esquina habían doblado, y disparaban a través de una pared con precisión quirúrgica sin poder verlos físicamente. Adalguisa fue quien se dio cuenta de que podían rastrearla. Se palpo la ropa en pleno vuelo, buscando algún transmisor, y al palparse la pierna se encontró con una punzada de dolor que le recorría el muslo. Adelmo la vio encorvarse de dolor y al mirar ese delgado muslo, cruzado por tres puntos escarlata, comprendió al instante que era lo que tenia bajo la piel. Si no podían huir, pues lucharían entonces.
En realidad lo que los estaba salvando era que la princesa simplemente no podía matarse. Adelmo los llevo a un deposito donde Adalguisa tomo un par de cajas pasa usar a modo de alas. Ella sabia moverse como un pez en el agua, y Adelmo no tenia rastreador, así que le indico por señas a Adalguisa que fuera la carnada y él se escondió tras una pila de cajas, de cajas de pilas. cuando entraron sus perseguidores una avalancha de pilas los sepulto. No tenia mucho impacto, pero los inmovilizo el tiempo suficiente para que Adalguisa pudiera tomar una de las pistolas de plasma y desintegrara la otra que estaba a la vista. La parva hizo erupción cuando el moreno, que estaba sepultado al completo, comenzó a escupir disparos al azar.
Adalguisa no tuvo mas remedio y comenzó a disparar también. En menos de seis segundos hubo una explosión cuando las pilas reaccionaron finalmente a la ingente cantidad de energía que se les arrojaba a baldasos. Adelmo y Adalguisa fueron arrojados contra un nivel del edificio, cubiertos de quemaduras y algún hueso fracturado, pero sus cazadores perecieron en una bola de carne despedazada. Con cautela y ayudándose uno al otro emergieron una vez más a los túneles que recorrían el interior del asteroide 617892. Los interminables corredores y vías de transporte era lo más cercano a "fuera" con lo que contaban los nativos.
Al no haber realmente arriba o abajo, los ascensores se movían cruzando el asteroide de punta a punta. Fueron en uno hasta el hospital, donde se sentaron a esperar a que los atendieran. Adalguisa, con el vestido ceremonial para viajes interplanetarios chamuscado, se recostó al hombro de Adelmo en señal tanto de cansancio, como de camaradería, como de agradecimiento. Adelmo no pudo resistir al impulso de abrasarla. Y así los encontraron, dormidos, media hora después, los reporteros. Obviamente la imagen de Adalguisa era ampliamente conocida. Al menos tras difundirse el comunicado de que había sido raptada. La familia real trataba en lo posible de que mantuviera un perfil bajo, pero en realidad no era necesario, pues nadie que no estuviera interesado en la política conocía a la familia real realmente. Eran algo así como una leyenda de la que se hablaba, esa gente que aparecía en imágenes y estatuas, representados idealmente para colmo. Pero cuando una foto de la princesa se difundió por los medios...