viernes, 26 de octubre de 2012

Límites

La perfección es un objetivo inalcanzable. Puede que sea por eso que la he elegido  En realidad tengo una idea bastante clara de como quiero ser, hasta donde quiero llegar. Pero de alguna manera retorcida no dejo que querer ser perfecto. Ahora, qué es ser perfecto es una pregunta que imposibilita la realización del hecho. Para empezar la idea de perfección es no tener defectos  mientras que la idea de defecto es aquello que se aleja del molde; llegamos a la paradoja de necesitar un modelo definido de perfección. Es mi teoría personal que en el mundo occidental actual es Jesús el modelo a seguir  mientras que en el oriental lo sería Buda. Es comprensible, evidente, y bastante simplista. Cada quien tiene un modelo personal que considera como "perfecto" Habrá quienes consideren a Jack Sparrow, Dr. House o Sheldon Cooper como el epítome de perfección humana. Hay quienes tienen una idea un poco más vaga, y posicionan a un estereotipo en el pedestal de la perfección, siendo un claro ejemplo el Otaku, que cree al nipón un ser ideal, sin darse cuenta de que, siendo una nación entera, hay japoneses idiotas, obesos, perezosos  y tantos otros descalificativos que se alejan del "típico" nipón. Sí, en general si uno viaja a Alemania verá gente trabajadora, puntual  fría y metódica, pero hay alemanes de todos los gustos.
De todas maneras esta ideología de intentar llegar a un estereotipo es más correcta que la de emular a una figura específica, real o fantástica  puesto que el estereotipo está definido justamente por los razgos dignos de encasillar en un modelo a seguir. Por otro lado los estereotipos conllevan razgos tanto buenos como malos  El típico gallego es bruto, por citar un ejemplo.
Es aquí donde hay que volver a la subjetividad de la perfección. Para el skinhead el nazi, es el modelo a seguir  y Hitler un visionario; mientras que para casi todo el resto del mundo son personas horribles. Cabe preguntarse qué es ser perfecto. ¿Es acaso ser bueno? ¿Es un conjunto de características, ser bueno una de ellas, pero ser hermoso otra? Tal vez no me sea posible ser perfecto por el simple hecho de no ser simétrico, necesitando tener un solo corazón en el medio del pecho, o tal vez incluso mejor, uno a cada lado. Es aquí donde uno tiene que pensar en qué "defectos" quiere mejorar de si mismo. Sí, nunca voy a tener dos corazones  ni voy a ser inmune a la radiación, pero si puedo tomar como base que soy superdotado, carismático y apuesto, y tratar de pulir los bordes.
En estos momentos estaría necesitando subir de peso y generar masa muscular, por ejemplo. Esto es algo que en dos meses se genera, y en dos semanas se pierde. La capacidad física de uno es transitoria. Pero si consideramos que con la vejes se pierden no solo las capacidades motrices  sino también las mentales, uno entra a pensar si no será ser joven un requisito esencial para la perfección. Podemos entonces generar una tabla por edad donde se consideren ciertos logros, capacidades y estados necesarios.
Es aquí donde entra en juego por ejemplo tener una carrera universitaria, una familia, cierto estatus social, nivel económico, vivir en cierta zona geográfica, hablar más de tantos idiomas, saber tocar un instrumento, mantenerse informado sobre temas relevantes de actualidad, y otras tantas actitudes que moldean mi día a día.
Yo en este momento podría hacer una lista, literalmente:

Me estaría faltando tener un título terciario en economía, con una especialización en finanzas, o uno en ingeniería física, matemática o mecatrónica; también tener un negocio propio rentable, que me permita una independencia económica, como un hotel-casino-spa en una isla de Colonia; una vivienda propia casi tengo; dedicarme a algo que me apasione, como tener una relojería, esto más allá de que en realidad mi fuente principal de ingresos sea por tener un hotel; saber hablar alemán y francés aprender a nadar; aprender a navegar; disponer de un velero propio; tener por lo menos un libro publicado; tocar el piano y el violín; casarme y formar una familia; tener un título en gastronomía, más por sacarme las ganas a estas alturas  y algún día me gustaría tener un café estilo Porto Vanilla, cruzado con chocolatería y confitería, y que sea al mismo tiempo una librería y biblioteca, con sala de estudio insonorizada, y membresía mensual; a bailar tango; a programar hasta el punto de empezar a teorizar con crear una inteligencia artificial capaz de pasar el test de tourig; a dibujar con lápiz  dibujos en blanco y negro sobre papel, realistas, paisajes, rostros y mis diseños salidos del averno; subir unos 30kg y aprender Muay Thai, Kickboxing o Fullcontact, y Ju-Jitsu, Judo o Aikido; y crear una novela gráfica y un corto de animación.

Todo metas racionales y realizables, y puede que antes de cumplir los 40 años de edad. Y honestamente creo que con esta lista completa podría morir feliz, pero eso igual no me haría perfecto, pero me dejaría contento.

Esos horribles momentos


Me temo que mi mente tiene la maldita manía de encontrar patrones. Pero hay veces en las que uno, guiado tal vez por la mano de la esperanza, no puede sino ver reflejada su vida en algún extraño indicio. Tenemos la simpleza del umbandista que hace preguntas al aire mirando por la ventana del autobús  y al ver un cartel que reza "sí" lo toma como una respuesta a su pregunta, sin darse cuenta de que el cartel estaba ahí antes de que formulara la pregunta, no fue colocado para responderle, y que solo es su mente, desesperada por confirmación la que entrevé estas señales. Luego tenemos al esquizofrénico paranoico que ve mensajes del gobierno soviético en los titulares de periódicos amarillistas; los patrones están, pero es la mente superdotada la que los coordina y les da un significado que en realidad no tienen. El mundo está lleno de casualidades y causalidades.
Yo personalmente tengo la manía de ver reflejada mi situación actual, el problema que aqueje mi conciencia, en lo que sea que esté leyendo, viendo o escuchando, dando como resultado que quiero ver el desenlace de dicha historia para tomar como modelo para proceder. Hay un pensamiento racional de fondo que dice que en realidad dichas historias ficticias están basadas en anécdotas  y su repetición constante es prueba de que simplemente mi problema es común y se han hallado soluciones en el pasado. Pero me temo que en realidad soy consciente de que simplemente estoy buscando una escapatoria a la responsabilidad de tomar una decisión.
Suelen haber dos respuestas a mis dilemas, y es más bien decidirme por una la complicación real, en vista que mi capacidad permite desentrañar complejos predicamentos. Es entonces que mi imaginación habida de fantasía y de la importancia que le da a mi ego el que el universo tenga sus ojos en mí, que termino anteponiendo las dos respuestas en la mira de dos facciones contrincantes, que pujan por mi destino. Como si fuera el mesías, y hubieran ángeles y demonios luchando por llevarme por el buen y mal camino  respectivamente, encausandome hacia un papel determinante, aún invisible en la juventud de los hechos. Yo termino viendo a cual bando beneficiaría que tomara tal o cual decisión  aún sin tener una idea real de qué objetivos tienen estos hipotéticos maestros de ceremonia para mi porvenir.
Es entonces que leo un libro y encuentro que el personaje principal es un pusilánime simplón, pero me identifico plenamente con el villano; obvia incursión de los demonios en un intento de desmoralizarme. Veo luego una película donde es el héroe quien me incita a una vida de sacrificio y percibo inconscientemente el toque de la mano de un ángel, tratando de pastorearme hacia otros horizontes.
Pero más allá del bien y el mal, es en el campo del corazón, tanto el amor como en el sexo, que se fija más que nada mi ojo escrutor. No puedo evitar centrarme en la historia de amor del científico en un libro de ciencia ficción, porque veo un patrón que se asemeja a mi dilema actual con mi mnemosina de turno. No puedo tampóco catalogar mentalmente si un encuentro fortuito no es causado por tal o cual bando, alejándome de mi manzana prohibida, o acercándome a una nueva, llegando incluso a culpar al bando contrario por haber saboteado mis posibilidades con esa, obvia, compañera predestinada por voluntad divina. Llego incluso al punto de pensarlo todo una prueba, de pensar que sea todo un tratamiento y en realidad toda persona con la que hablo actúa, entonces cuando me fijo en una mujer que no se suponía, esta intenta rechazarme sin saber cómo. Y ella que solo tenía un papel secundario, como extra en el reality de mi vida, termina con un contrato vitalicio contra su voluntad, explicando porqué sabotea de tal manera nuestra relación.
Lo más gracioso de todo lo antes dicho, es la parte en que lo encuentro reconfortante, pero en ningún momento dejo de estar consciente de que son supercherías incoherentes creadas por una mente desesperada de explicaciones que la dejen levantar el mentón en alto otro día más.

viernes, 12 de octubre de 2012

Labios ponsoñosos

 Ella reposaba languidamente en un colchón de plumas. Su cabello rubio no caía en hermosos bucles, sus labios no eran rojos y carnos, su silueta era más bien flacucha, pero no dejaba de ser hermosa a mis ojos. Uno la veía tan fragil en su sueño, tan suceptible, que te daba miedo despertarla. Ella era la víctima, y tus labios eran venenosos. Pero era una viuda rubia.
Yo huí de mi casa por ella, dejé a mi mujer y mis dos hijos por una tonta aventura. Ella tenía eso que mi mujer no tenía: me necistaba. Mi mujer era una mujer demasiado fuerte e independiente, cuando me diagnosticaron cáncer y empecé los tratamientos de quimioterapia, ella cargó con todo en sus hombros. Yo pasé a ser un tercer hijo, incapacitado por el veneno que corría por mis venas y el que me disparaban para salvarme de mi mismo. Pero tras la operación, y la recuperación, uno no pierde esa sensación de que la vida está al borde de quebrarse constantemente. Así que tras veintidos años de matrimonio, con mis cuarenta y siete, decidí huír con una jovencita de apenas veintiocho años. Una niña que podría haber sido mi hija en otra vida.
Mi mujer no me precisaba para nada, y ella parecía tan incapaz, que me hacía sentír un hombre de nuevo. Pero ella siempre se mantuvo a una distancia. Nunca llegué a darle un beso siquiera. Era tan frágil a mis ojos, como un tubo de ensayo, lleno de veneno... Ella no temió romper una familia, ella no temió romper mi corazón, ella no temía nada. Era yo el que temía hacerle daño, siempre me sentí venenoso, radioactivo. No por la quimio, sino por ser un hombre mayor, un hombre corrupto que seducía a una niña y dejaba una familia por un capricho, por la necesidad de inflar su ego herído.
Jamás hubiera creído si alguien me hubiese dicho que la venenosa era ella. Jamás hubiera sospechado que sus miedos eran tan falsos como sus sentimientos. Y al final fui yo el que se rompió como una copa contra el borde de la mesa, derramando mi contenído sobre esas baldosas con un diseño de tablero de damas. Me usó. Pero no puedo fingír ser una víctima inocente, pues yo intenté usarla a ella.
Le dí todo lo que pude y más. Nos escapamos un martes de tarde en mi auto y dormimos en hoteles durante  dias camino a las montañas. Fui yo el que sugirió que ella durmiera en la cama y yo en el piso; tonto de mi intentando protegerla. Al llegar su novio me dio una golpisa importante. Me rompió tres costillas y un riñón.
Probablemente ahora él esté envenenado también. Yo simplemente no soy capaz de volver con mi mujer con el rabo entre las patas. De todas maneras ella no me necesita. En la clinica a la que fui tras las atenciones de su novio me encontraron una posible metastasis, o sea que probablemente tengo cáncer denuevo.
No quiero más venenos, así que terminada esta cárta voy a saltar por la ventana.

jueves, 11 de octubre de 2012

Espada

Era un día verde, con pintas rojas y una mancha azulada. Él caminaba entre la arboleda con el paso seguro de quien conoce lo suficiente sus alrededores como para no temer a los peligros circundantes, o como quien no se percata de ellos en absoluto. La roja tierra asomaba aquí y allá entre el pasto donde alguna criatura luchó en vano por su supervivencia. Él cruzó descalzo el arroyo, sintiendo el frío recorrer sus piernas, y las redondeadas piedras del fondo acariciando sus plantas. No eran más de diez pasos, y el agua no le llegaba ni a la rodilla ese día. Si hubiera tardado dos días más, hubiera debido cruzar a nado ese filamento plateado. Siguió su paso entre matorrales, pisando hojas a medio camino entre humus y follaje. Siguió, mirando de vez en cuando alguna nube pasajera, efímera escultura de los vientos. Siguió hasta encontrar un camino, mudo testigo del paso de la auto proclamada civilización.
El ocre seco, marcado por surcos lo guiaba a algún asentamiento cercano, pero hacia donde. Podrían ser dos horas, o dos días de caminata, con solo doblar hacia donde no era. Se arriesgó, porque él es, era y será siempre así, y fue a la derecha. Justamente por ser así, es que ahora se hallaba perdido, semidesnudo, sin otra posesión que una espada que solo le servida de bastón. Su cabello ralo, y su barba casi afeitada eran lo único que no aseguraban que hubiera sido así toda su existencia. Pero había igual algo en su mirada, una determinación en la expresión de su rostro, que daba a entender a todas luces que él sabía que esto era apenas un simple tropiezo, que no te asombraras si mañana lo vieras montado en un caballo blanco con una armadura plateada. Sí, ese era él. Príncipe sin principado, pero de noble estirpe.
Alguien dotado de una visión privilegiada por los dioses hubiera llegado a percibir en su sombra un par de alas que se ocultaban al común testigo de sus pasos. Cuantas veces había sacrificado toda su existencia para salvar una vida era algo que ni él sabía. O cuantos castillos podría haber comprado con los rescates que desestimó, o con las recompensas que ni se molestó en ir a buscar.
Su espada fue siempre su única posesión terrenal real. Tenía un valor especial que iba más allá de la utilidad que se le diera a un objeto cortante. Con el paso del tiempo la empuñadura se desgastó y fue cambiada, y la hoja fue reforjada varias veces, ya no quedando de hecho nada de la espada original. En este momento solo tenía la empuñadura calzada en la vaina hueca. Sin el menor dejo de metal entre sus manos, hubiera sido mejor tal vez usar una simple rama, y no dar a entender que aún llevaba un objeto tan valioso como una espada es considerado. Esta flagrante muestra de imprudencia, pues cualquier ladrón pensaría que aún tenía algo que robar si se molestaba en llevar una espada, solo era otro atentado a su seguridad, pues tras comprobar que no tenía espada, solo se enojarían más por no tener tampoco posesión alguna.
Y fue justamente eso lo que le ocurrió. Pero los tres pilluelos no contaron con que pudiera cortarlos, trocearlos, y picarlos con una espada que no tenía hoja. Pues al sacar la empuñadura de la funda pudieron oír el característico cantar de la hoja al ser desenfundada. Y aunque no podían ver espada alguna, bien que pudieron sentirla lacerando sus carnes.
Él no tenía la espada por su metal, sino que cortaba con la fuerza de su carácter y el filo de su determinación. Él era un Paladin.