viernes, 26 de octubre de 2012

Esos horribles momentos


Me temo que mi mente tiene la maldita manía de encontrar patrones. Pero hay veces en las que uno, guiado tal vez por la mano de la esperanza, no puede sino ver reflejada su vida en algún extraño indicio. Tenemos la simpleza del umbandista que hace preguntas al aire mirando por la ventana del autobús  y al ver un cartel que reza "sí" lo toma como una respuesta a su pregunta, sin darse cuenta de que el cartel estaba ahí antes de que formulara la pregunta, no fue colocado para responderle, y que solo es su mente, desesperada por confirmación la que entrevé estas señales. Luego tenemos al esquizofrénico paranoico que ve mensajes del gobierno soviético en los titulares de periódicos amarillistas; los patrones están, pero es la mente superdotada la que los coordina y les da un significado que en realidad no tienen. El mundo está lleno de casualidades y causalidades.
Yo personalmente tengo la manía de ver reflejada mi situación actual, el problema que aqueje mi conciencia, en lo que sea que esté leyendo, viendo o escuchando, dando como resultado que quiero ver el desenlace de dicha historia para tomar como modelo para proceder. Hay un pensamiento racional de fondo que dice que en realidad dichas historias ficticias están basadas en anécdotas  y su repetición constante es prueba de que simplemente mi problema es común y se han hallado soluciones en el pasado. Pero me temo que en realidad soy consciente de que simplemente estoy buscando una escapatoria a la responsabilidad de tomar una decisión.
Suelen haber dos respuestas a mis dilemas, y es más bien decidirme por una la complicación real, en vista que mi capacidad permite desentrañar complejos predicamentos. Es entonces que mi imaginación habida de fantasía y de la importancia que le da a mi ego el que el universo tenga sus ojos en mí, que termino anteponiendo las dos respuestas en la mira de dos facciones contrincantes, que pujan por mi destino. Como si fuera el mesías, y hubieran ángeles y demonios luchando por llevarme por el buen y mal camino  respectivamente, encausandome hacia un papel determinante, aún invisible en la juventud de los hechos. Yo termino viendo a cual bando beneficiaría que tomara tal o cual decisión  aún sin tener una idea real de qué objetivos tienen estos hipotéticos maestros de ceremonia para mi porvenir.
Es entonces que leo un libro y encuentro que el personaje principal es un pusilánime simplón, pero me identifico plenamente con el villano; obvia incursión de los demonios en un intento de desmoralizarme. Veo luego una película donde es el héroe quien me incita a una vida de sacrificio y percibo inconscientemente el toque de la mano de un ángel, tratando de pastorearme hacia otros horizontes.
Pero más allá del bien y el mal, es en el campo del corazón, tanto el amor como en el sexo, que se fija más que nada mi ojo escrutor. No puedo evitar centrarme en la historia de amor del científico en un libro de ciencia ficción, porque veo un patrón que se asemeja a mi dilema actual con mi mnemosina de turno. No puedo tampóco catalogar mentalmente si un encuentro fortuito no es causado por tal o cual bando, alejándome de mi manzana prohibida, o acercándome a una nueva, llegando incluso a culpar al bando contrario por haber saboteado mis posibilidades con esa, obvia, compañera predestinada por voluntad divina. Llego incluso al punto de pensarlo todo una prueba, de pensar que sea todo un tratamiento y en realidad toda persona con la que hablo actúa, entonces cuando me fijo en una mujer que no se suponía, esta intenta rechazarme sin saber cómo. Y ella que solo tenía un papel secundario, como extra en el reality de mi vida, termina con un contrato vitalicio contra su voluntad, explicando porqué sabotea de tal manera nuestra relación.
Lo más gracioso de todo lo antes dicho, es la parte en que lo encuentro reconfortante, pero en ningún momento dejo de estar consciente de que son supercherías incoherentes creadas por una mente desesperada de explicaciones que la dejen levantar el mentón en alto otro día más.

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