domingo, 4 de diciembre de 2016

Nadina es esperanza

   El cielo gris enmarca la tarde. El polvo de cemento cubre el suelo hasta el horizonte, roto únicamente por las derruidas estructuras, restos del naufragio de una ciudad. El silbar de las bombas aún hace eco en el inconsciente colectivo. Ya nadie recuerda cuanto hace que cayó la última, pero el miedo sigue volando sobre las cabezas, como un buitre a la espera de que su presa caiga.

   Y se la ve a ella. La única mota de color en el árido paisaje es la cruz roja de su uniforme. Brilla la pulcritud de su uniforme entre el hollín y la sangre. Las madres se vuelven hijas ante su presencia; los hombres se llenan de esperanza por su amparo; los niños se vuelven niños recuperando lo que la guerra les quitó; porque el toque de Nadina cura el alma herida, sus palabras reconfortan, y su sola presencia ensalza el espíritu.

—Te adoran Nadina. Eres una santa para ellos—Le dijo Norma mientras lavaba las heridas de un anciano.

—La mente juega trucos. En momentos desesperados uno busca un consuelo, y eleva a cualquier figura que represente la posibilidad de alivio—Le contestó Nadina al tiempo que vendaba la cabeza de una mujer.

—No sea modesta señora. Usted ha dado más consuelo que la misma iglesia—Le dijo el anciano que Norma curaba pacientemente. El hombre mantenía su estoica mirada mientras le sonreía calmadamente, pero era obvio que escondía su dolor por respeto y decoro al trabajo de las enfermeras que con esmero intentaban aliviarlo sin causarle mayores molestias.

—Le aseguro caballero que no es la modestia, sino la objetividad la que guía mis palabras. ¿Qué he hecho yo que no haya hecho Norma aquí mismo, por ejemplo?

—No señora no es lo mismo. Ella trabajará como enfermera, pero usted no está trabajando. Usted lo vives Lo respira.

—Sí Nadina, lo suyo es vocación. No se puede enseñar eso en una escuela de enfermería. Se nota desde la forma en que caminas entres los heridos, hasta las palabras de consuelo que recitas por un moribundo.

   Nadina terminó de vendar a la señora y ligeramente ruborizada la miró de frente.


—Bueno señora, parece que está. Dejeme arreglarle un poco el cabello. Así está mejor. Ahora podrá peinarse y maquillarse igual. Una herída no es excusa para no verse presentable—Le dijo sonriendo, y su sonrisa fue contestada por otra de la mujer.

   Nadina salió de la tienda sosteniendo el brazo de la señora. El paso lento y firme de quién escolta un enfermo. Los heridos los flanquean, reposando en camastros entre las ruinas. Los lamentos constantes son la banda sonora de que acompaña sus pasos. Nadina deja a la mujer y sigue caminando. Camina por las calles desiertas, camina entre los edificios caídos, camina hasta que se pierde de vista. Nadie escucha la explosión, nadie se entera de como muere. Y cual mártir deja tras de sí una imagen de esperanza: la esperanza de que Nadina regrese.

Palomo

Nicolas miraba por la ventana distraído. Había una paloma en un cable limpiándose el ala, pero no la estaba mirando. Solo miraba hacia ahí. Podría haber habido un dragón luchando contra un robot gigante que le hubiera prestado la misma atención. A Nicolas solo le resultaba mas fácil pensar mirando al horizonte. Pero no tenia el banco mas cercano a la ventana, por lo que, sin darse cuenta, estaba mirando a través del compañero de al lado. Tampoco se dio cuenta cuando la profesora se le paro a la derecha hasta que carraspeo. Nicolas salto en la silla casi, y hundió la vista en la hoja. Todos sabían que justo él no iba a copiarle a nadie. Y menos a Facundo. Era disléxico así que en los escritos de idioma español no tenia mucho sentido, pero peor era en matemática. Facundo usaba un estimativo en la mitad de las respuestas, y el "teorema de descarte" en las opciones múltiples...

Pero igual, aunque hubiera sido un genio el que sentaba a su izquierda, Nicolas nunca hubiera copiado por el simple hecho de que era Nicolas y estaba mal. Que los demás hagan lo que quieran, pero Nicolas iba a seguir las reglas, si señor. Por eso la profesora, tras llamarle la atención lo dejo quieto, medio divertida por la situación. Tampoco podía dejarlo pasar, obvio, todos sabemos como son los adolescentes. Es una característica inherente a la edad el ponerse rebelde y hacerse el vivo.

Nicolas se concentro con fuerza en la prueba. Intento identificar los países de Europa el mapa, pero ahora les veía formas de animales... (Gran proeza si consideramos que ninguno tiene forma de nada) El tema es que esto lo hizo pensar en la paloma devuelta. Seria macho o hembra? Tendría un nidíto con polluelos? Tendría pareja? Las palomas son monógamas siquiera? Y sin darse cuenta estaba devuelta mirando a través de Facundo al horizonte.
La paloma de hecho se había ido, pero Nicolas seguía pensando en ella. Que comería en la naturaleza, antes de la llegada de las migas de pan? Las Palomas migran?

Si al menos hubiera sido biología le podría preguntar al profesor, pero era historia. Y ahí le callo la ficha de que tenia un escrito que terminar. A Nicolas le gustaba la historia, pero la parte de la historia, no todo eso de los nombres y las fechas. A él le gustaba imaginar la vida en sepia, leer libros polvorientos, fantaseaba con andar en un tren por las áridas planicies del oeste americano, pasando raudo por campos color ámbar en un verano azul. O a veces se imaginaba mirando Londres desde la cabina de un dirigible mientras desfilaban las tropas de su majestad.
Era, como decía Lovecraft, un hombre de imaginación activa, si es que se le puede decir hombre a alguien que se afeita un dos por ciento de la cara y mas bien por previsión. Si, era un soñador, pero le hubiera encantado ser un hombre de acción, el tipo callado, practico, fáctico. Siempre admiro eso de su padre.

Pero Nicolas tuvo la suerte de salir a su madre. Al punto que su padre a veces se olvidaba que tenia un hijo y compraba cosas para sus tres "hijas". Pero que le gustara tomar el té en vajillas de porcelana no lo hacia un maricón! No señor! Como a su hermana mas grande no la hacia machona jugar al fútbol... 
Ahí Nicolas entro a dudar de su propia sexualidad por un momento... Las palomas pueden ser gay?


-Señor Tesla, última advertencia o le quito el escrito.
-Perdón profesora.

Diffidentia

Lo hicimos. Aun no puedo aceptarlo, pero es una realidad. Por que sera entonces que no siento nada? Ni miedo, ni asombro, ni asco, ni nada. Sera que significo la muerte de nuestras almas? Si es así, no soy mas que una carcasa hueca esperando morir.
Voy a escribir toda la historia, desde el comienzo. Eso debería lograr que la idea se asiente en mi mente. Si, eso debe ser. Aun estoy en estado de shock.
Todo empezó hace mas o menos un año, en el invierno del 1882. Dieter vino a mi recomendado por un conocido en común. Quería financiación para una expedición científica. En el momento asumí que era un viaje al polo o algo por el estilo. Cuando le pregunte me mintió, obviamente. Si ese día me hubiera dicho que planeaba ver a dios a la cara no se si me hubiera reído o si lo habría echado a la calle.
Los viajes en globo eran la moda del día, pero el me aseguro que no quería subir, sino bajar: Una expedición subterránea. Primero bajaría con un submarino al fondo del océano, donde buscaría el continente perdido de la Atlantida. Pero el estaba convencido de que al hallarlo encontraría un pasaje para seguir bajando.
Ojala me hubiera reído de el. Ojala lo hubiera echado a la calle. Pero en lugar de eso pedí evidencia. Evidencia científica que respaldara sus suposiciones. Y la tenia. O si, tenia eso y mucho mas. Resulta que Dieter había dilapidado la fortuna de su familia recavando esa información. Y se le agoto justo cuando hallo lo que buscaba.
Paso casi una década mapeando el fondo del océano directamente frente a las puertas de Hércules y mas allá, mucho mas allá. Lo que primero pensó era una isla sumergida, resulto ser una cordillera que corría a todo lo largo el espacio entre los continentes.
Hay una teoría de que los continentes se separaron en esa cordillera. Pero en ese momento solo mire las cartas de navegación y los mapas ecografiados con la boca abierta. Dieter me aseguro que no solo eran montañas, sino volcanes. Había un caudal constante de lava fluyendo desde la grieta y creando nuevo suelo oceánico.
Me tenia exactamente donde quería. Estaba bailando en la palma de su mano, al punto que puse como condición ir personalmente junto a Dieter en la expedición que bajara. Podría haberme pegado un tiro ahí mismo hubiera sido lo mismo. No, hubiera sido mejor.
Pasaron mas de seis meses mientras se construía el aparato del demonio que Dieter diseño para resistir la gargantuesca presión del fondo oceánico. En ese tiempo Dieter se fue abriendo lentamente al ver que no le huía a sus ideas. Primero me hacia un chiste sobre el tema y veía como reaccionaba, luego me contó supuestas fabulas, y eventualmente me hablo del tema hipotéticamente.
Pero nunca le creí. Aun no lo creo. Ahora veo que para mi todo era un juego. Vamos a jugar a que somos exploradores y científicos! Sumerjámonos en un ataúd de acero hasta las puertas mismas del infierno y apuñalemos a dios en las entrañas!
No, para mi solo era una aventura emocionante. Una anécdota que justificara una vida vacía dedicada al trabajo. Para que, cuando algo saliera mal y este viejo panzon se muriera en medio del mar, la gente dijera que me fui haciendo lo que quería. Y que se olvidaran que ninguna mujer me soporto y me divorcie tres veces.
Que nunca tuve hijos. Que soy un viejo solo y avariento que no tiene amigos porque cree que todos están tras su dinero. Que soy tan paranoide que cierro mi habitación con llave y duermo con una pistola cargada bajo la cama por si se le ocurre algo raro a alguno de los sirvientes.
Pero Dieter sabia la verdad. Tal vez el no la aceptaba como yo no termino de aceptarla ahora. Tal vez por eso no pensó en la dimensión de las consecuencias. Quien en su sano juicio se hubiera propuesto hacer lo que hizo sino? Acaso Dieter no estaba en su sano juicio?
Un hombre brillante, alto, apuesto, aun con la cara marcada por el cansancio. Yo lo admiraba, quería ser el. Como fascinaba las multitudes, como atraía a las mujeres, como dominaba los hombres. Pero era un hombre obsesionado por una idea que lo consumía desde dentro.
Cuando el clima fue propicio soltamos amarras y navegamos hasta una pequeña isla del Atlantico que convenientemente compre para que fuera nuestra base. Si no hubiéramos tenido éxito hubiera dilapidado mi propia fortuna mucho mas rápido que Dieter la suya.
Al pasar las semanas Dieter y yo nos hicimos amigos. Trabajando codo a codo había mucha mas camaradería de la que había habido en todos los meses anteriores. Y ahí finalmente me revelo su secreto: a donde conducía la entrada.
Con el pasar del tiempo fragmentos de conversación de fueron filtrando a los hombres que trabajaban con nosotros y de ellos a los lugareños, cuyas supersticiones no tardaron en empapar las verdades a medias que oían. No paso mucho antes que la cortesía y las sonrisas se transformara en cuchicheos, caras serias, asustadas o desconfiadas; trato frío, ventanas que se cerraban al vernos llegar y niños que eran apartados por sus madres.
Lo bien que hacían y ni siquiera lo sabían.
Finalmente, el 27 de agosto hayamos el punto exacto. El lugar donde coincidían el campo magnético de la tierra, la cordillera submarina, las indicaciones de los antiguos textos tanto de Timeo como de Critias, las lecturas de los instrumentos submarinos y los sensores de energías de Dieter. Todo apuntaba al agua bajo nuestros pies.
Como dos niñas emocionadas nos apresuramos en nuestros trajes, nos introdujimos en la doncella de hierro y bajamos a nuestra perdición y la del mundo entero.
Nos soltaron las cadenas y comenzamos a bajar y bajar. Jamas creí que pudiera existir tal oscuridad. No debe haber pesadillas mas negras en los confines del cosmos. Las tinieblas fueron otro presagio que no supe escuchar mientras nos adentrábamos en las fauces del abismo.
A un par de millas del fondo el aparato pareció asentarse. Era el punto de boyancia, si mal no recuerdo lo que aprendí en esos meses de preparación. Era la profundidad a la que la nave flotaba por diseño sin necesidad de intervención. Pero debimos seguir bajando un poco mas.
En la noche una vela brilla mas que el sol. Por lo que el leve brillo del panel tapaba por completo nuestra visión. Nos guiamos por instrumentos todo lo que pudimos. Pero cuando apagamos todo para terminar la búsqueda de forma visual, en ese momento pensé conocer lo que era el horror absoluto. Cuanto me equivocaba.
Apenas, pero la lava brillaba ahí abajo. La tierra se dejaba ver como una mandíbula de la que el fuego escapaba entre los dientes. Ya orientados, prendimos los faros exteriores y nos acercamos aun mas. Parecía imposible pero ante nosotros se abría un inmenso pliegue en la roca. Dieter tenia razón.
Y si Dieter tenia razón, entonces lo que había dicho era cierto. Seria que realmente entrariamos a una estancia y encontrariamos un antiguo templo? Seria posible realmente caminar y respirar ahí abajo? Pues no solo eso, si hasta encontramos vida pululando en las abandonadas huellas de presencia civilizada.
Todo era descolorido o negro. Dieter teorizo que era porque ahi no habia luz. Y efectivamente, a pesar de que los reptiles tenían ojos, parecían tan ciegos como los gusanos gigantes que asomaban entre las rocas. A falta de plantas habia algo que decidí clasificar como unos hongos purpura oscuro, por mas que se movieran a medida que pasábamos.
Pero a medida que avanzábamos por la cueva y dejábamos atrás nuestro transporte, las señas de construcción daban paso a la creación y el desgaste natural. Y así mismo la rugosidad de la roca fue dando paso a una una textura mas similar a la de un cuello uterino.
Nuestros pesados trajes para la presión no permitían el lujo del tacto, pero los cilios sonrrosados no tenían nada de tosco ni amenazante. Y cuando Dieter paso por la membrana transparente, juro por los despojos que quedan de mi alma que los vi estremecerse.
Yo me resistí a avanzar. Aun cuando lo vi a El quitarse el casco. Aun cuando lo vi respirar y reír. Mi vista estaba clavada justo después de la curva en el camino. Había delante mio una maraña de tentáculos que se retorcían, entraban y salían de los orificios que había por todos lado. Y todo tenia ojos. Las paredes, los tentáculos estaban cubiertos de ojos de todo tipo: de gato, de cabra, humanos...
Y ahí Dieter se dirigió a mi por mi nombre y desperté del estupor. Me grito que era cierto, que todo era cierto. Que si no lo veía-no, que era obvio que no lo podía ver. Y como fichas de domino empezar a caer en mi cabeza las piezas de información que me había ido dando en las ultimas semanas.
No lo podríamos ver por culpa de nuestros ojos, ni tocarlo por culpa de nuestras manos. Nunca hubiera pensado tomármelo tan literal, pero Dieter había traído una sierra y un cuchillo. Se inyecto algo en la cara y se arranco los ojos.
Así de simple. Como quien descorcha una botella. Pop, pop. Apenas lo hizo miro a un punto mas o menos en el centro de la habitación y comenzó a reír con aun más ahínco. Se acerco a tranco largo dio un manotazo a la nada, como experimentando.
Cortarse una mano fue mucho mas... Engorroso. Y yo completamente congelado en el lugar por el estupor. A quien quiero engañar, eran Fobos y Deimos quienes me ataron al lugar para que fuera mudo testigo del espectáculo.
Apenas termino se puso en pie y dio otro manotazo al lugar, pero esta vez con el muñón. ¿Por que? ¿Por que se dio vuelta y me miro con sus cuencas vacías? No escuche lo que sea que me dijo con su voz demoníaca. Solo corrí y corrí desesperado, luchando contra el agua, hasta llegar al batiscafo.
No estaba diseñado para ser manejado por una sola persona, tampoco yo tenia el entrenamiento suficiente. Habrá sido por eso que choque contra las columnas del templo y sepulte la entrada. O habrá sido algún resquicio de coherencia entre la locura de animal en fuga que era yo en ese momento.
Lo siguiente que recuerdo es despertarme en este cuarto de hospital. Han pasado tres meses. Nadie sabe como llegue al sur de Asia. Pero parece ser que el mismo día que bajamos con Dieter a la cueva, hubo un cataclismo entre Borneo y Sumatra. Bastante mas cerca de donde estoy de lo que me gustaría.
Parece ser que fue una explosión en una isla tan colosal que se hoyo desde Australia y una columna de humo se alzo a mas de cincuenta millas. Por lo que leí en los periódicos y logre conversar con los doctores, la isla desapareció por completo. Han aparecido cadáveres flotando en la costa de África. Los sismógrafos captaron pasar una onda tres veces por toda la tierra, ida y vuelta. Mas de cien mil personas se estiman muertas.
Y si es solo el comienzo? Y si la explosión de Krakatoa solo marco el principio del fin? Realmente espero estar equivocado o ni siquiera habrá un dios para apiadarse de nuestras almas.

Opus 32

Él camina con una bolsa de arroz en sus hombros. El camino no es más que dos líneas de tierra que se curvan entre el pasto. A su izquierda, a lo lejos, vería las montañas, si el bambú no bloqueara su vista. A su derecha, a lo lejos, vería el mar, si el bambú no bloqueará su vista. Levanta la vista. Sobre él las ramas se entrelazan. El sol parpadea a medida que avanza. Solo escucha sus pasos. Una leve briza hace aplaudir a las hojas. Dobla un trecho y ve un bambú caído en el camino. Ve donde cedió, la cascara del lado del camino aún unida y doblada. Se detiene frente al tronco. Ya no escucha ni sus pisadas. Con solo levantar un pie ya lo puede sortear, pero lo mira. Qué quiebra a un solitario bambú? Qué tiene la fuerza para hacerlo caer? Una grulla canta a lo lejos y rompe el silencio. Él levanta su pie y sigue camino. Ella tiene las verduras picadas y prepara el fuego. Él llega ni un minuto muy temprano. Ella hace una mueca y pone sus manos en las caderas. Él sonríe en silencio y le besa la frente. Deja el saco de arroz en el piso. Ella toma una taza y sigue cocinando. Él se sienta frente a la puerta y cierra los ojos. Escucha el crepitar de los carbones. Escucha como sus expertas manos manejan la cuchilla. Escucha el burbujear del agua. La escucha agregar sal, moler especias en el mortero. Casi puede ver la cara que pone al probar el caldo. Él sonríe. Todo ese ruido y reina el silencio. Él está recostado en una columna de madera mirando el paisaje. Ella está recostada en él. Él la abraza con su brazo izquierdo. No corre viento. Hace calor. La sombra de un árbol rompe las siluetas de las piedras redondas en el camino de entrada. Hay dos tazones casi limpios apilados a un costado. Una chicharra canta a lo lejos, pero no rompe el silencio, sino que lo enmarca. Ella sopor. Él paz. Sonríe. -Así que esto es ser feliz? Él rompe el silencio.

Sabor a mar

Escucho las olas. Golpean serenas. El olor a sal me invade. Aún puedo sentir el sol de la tarde mientras se arropa entre ellas. Abro mis ojos y veo las olas del cielo, con su paleta de naranjas y púrpuras. Me levanto y me limpio la arena blanca de mi blanco pantalón, mi única prenda. Oigo una gaviota a lo lejos. Vuelan en círculo sobre algún botín. Aún me queda un intento más. Lo lograré. Camino lentamente, con la confianza que viene de la preparación. Esta vez estoy solo, no hay multitud que me aclame. Pero hoy voy a conseguirlo. Siento la tibieza de las olas golpearme y retroceder, golpearme y retroceder, golpearme y retroceder, en su repetitivo vaivén. La húmeda arena cede ante mis pies a medida que avanzo y me hace cosquillas en las plantas. Cierro mis ojos una vez más y me dejo arropar por ese sonido a olas y ese olor a mar y esa tibieza de sol de media tarde. Con el agua por la cintura los abro. Ya es hora. Comienzo a nadar. Me adentro rápidamente. Este es el punto exacto. Es ahora o nunca. Una batalla contra el reloj. Tomo aire y me zambullo con todo mi ser. Es una prueba de resistencia física. Tengo que demostrar la capacidad de mis pulmones. Pero más importante, tengo que demostrar _mi_ capacidad. Me adentro más y más. Pero la oscuridad me rodea. Toco el fondo. Mi tacto me guía a medida que siento las rugosidades familiares. Conozco estos corales mejor que el interior de mi choza. Frenético me muevo por el fondo y tanteo cada resquicio. Pero ya no queda mucho aire, ya el tiempo se agota. Ahí! Sí! Es una ostra! Reconozco las sinuosas paredes de su concha. Pero es enorme! La tomo con ambas manos y me impulso con fuerza hacia arriba. Apenas toco el aire, nocturno ya, mis pulmones que clamaban piedad se dejan saciar. Vuelvo a la costa, vencedor y cansado. El molusco de varios kilos me deja una sola mano para nadar. Es casi imposible que no tenga una perla digna. Hoy sí, finalmente pasaré mi prueba. Hoy sí finalmente soy un hombre. Hoy tendré una dote digna de mi amada. Aún estoy lejos de la costa. Mis brazos me fallan. Por momentos me hundo! No puede ser! Tan cerca! Tan cerca...! Pero tan lejos a la vez. No puedo soltar a la almeja, sino todo habrá sido en vano! Pero las fuerzas no me dan. Lo dejé todo bajo el agua. Y una última ola me arropa. Cedo finalmente. Jamás la volveré a ver. Y otro la hará su mujer...