miércoles, 25 de mayo de 2011

Bocadelobo I

Ya no tengo miedo. Para tener miedo uno tiene que tener algo que perder. Ya no tengo nada. No tengo trabajo,  no tengo casa, no tengo familia, no tengo mi orgullo siquiera... Lo único bueno que pueda sacar de este maldito pueblo desolado es la paz de la horca. Encerrado en esta celda escribo mi historia para advertir a quien quiera oírla. Mientras una sola persona sepa de los horrores que se esconden en las profundidades de ese endemoniado bosque, mientras pueda ahorrarle los espantos que yo tuve que sufrir a una sola alma, sentiré que valió la pena haber sobrevivido. De lo contrario desearía que esas repugnantes asquerosidades me hubieran destrozado las entrañas en el acto.
Todo empezó cuando vinimos con mi adorada Eloise a vivir a Bocadelobo. El aire limpio del campo le hacía bien a su asma. Con mi sueldo de cartógrafo no podía pagar los tratamientos más caros. Pero este trabajo era una mejoría por dos motivos; por un lado el dinero era un gran incentivo; por otro pasar seis meses lejos de la polución de la ciudad, con el fresco aire de la montaña, purificado por los robustos bosques de Bocadelobo, era impagable.
Un anciano sin la parte inferior de su dentadura y sin la parte superior de su cabellera, tan flaco y encorvado que pareciera a punto de partirse, nos alquiló un cuarto en su vivienda: un despotricado cobertizo de madera en pleno bosque. No hay un pueblo propiamente dicho, sino solo cabañas de leñadores y cazadores, y los tres o cuatro edificios infaltables donde sea que se junten las personas: la iglesia, la droguería, la cárcel, etc. Una vez a la semana viene una diligencia, la misma en la que vinimos nosotros, con el correo y la mercadería indispensable que el bosque no puede proveer.
Yo me dedicaba a la labor entre manos a la vez que ayudaba a Eloise con las tareas del hogar para que no se extenuara. Pero a medida que pasaba el tiempo era como si una energía misteriosa invadiera su cuerpo. A los tres días ya no se fatigaba casi, a la semana ya no tuvo más ataques y hacía todas las labores sola y con una sonrisa en la cara, a las dos semanas no solo se empeñaba en tareas como cortar leña, que en mi vida la hubiera visto hacer, sino que le sobraba el tiempo para acompañarme en mis expediciones al bosque con mis instrumentos de medida.
Fue una noche, a las dos semanas y media que ya nos hubiéramos asentado en Bocadelobo, una noche fatídica a la vuelta de una de nuestras expediciones, en la que el horror comenzó. Esa tarde hubo un percance minúsculo que no habría acertado a recordar si no fuera que repasé todos los acontecimientos con posterioridad, tratando desesperadamente de hallar una explicación lógica al espanto que acaeció sobre mí:
Mi adorada Eloise se dedicaba a dibujar mientras yo trabajaba como era de costumbre, cuando de repente un achaque de tos la hizo convulsionarse espantosamente sobre su cuaderno. Yo acudí raudo y tan asustado como puede estarlo un marido perdido en medio de un bosque con su mujer retorciéndose en sus brazos.
Cayó inconsciente en ese mismo instante y la llevé en brazos a la cabaña. No despertó de su ensueño hasta bien entrada la noche, y solo para proferir balbuceos febriles. Una matrona local se ofreció (pago de por medio) en ayudarme a cuidarla por la noche.
Dejé tiradas todas nuestras cosas en el pavor que me invadió, y con miedo de perder mis objetos más preciados fui en su busca. Ah, como dejaría tirados los tesoros más grandes de la humanidad por un solo momento con mi Eloise, como fui tan ciego de dejarla postrada a merced de esa horrible mujer. Gorda enorme, con los pechos tan caídos como su vientre abultado, su cuerpo desfigurado por los sucesivos partos y su rostro achicharrado, cubierto de arrugas y cicatrices, tuerta de un ojo y los pocos dientes amarillos o hasta marrones del tabaco de su pipa. Y mi Eloise, que aún postrada con la piel amarillenta por la fiebre, cubierta en sudor y retorciéndose de vez en cuando en espasmos involuntarios, aún en su peor hora era la más hermosa entre todas las mujeres.
Caminaba apresuradamente camino al lugar donde dejara mis herramientas de trabajo, guiando mis pasos con una lampará de aceite tan vieja que el vidrio mugriento daba una luz más verdosa que amarilla. Los enanos y retorcidos árboles de aquella zona, llenos de nudos y con las traicioneras raíces asomando por doquier, se encontraban tan tupidos que aún de día debía uno llevar cuidado. Encontré como de milagro el cuaderno de Eloise, pero al echar una ojeada a lo que estaba dibujando antes de caer convaleciente se me heló la sangre en las venas
Los espantosos dibujos no se asemejaban en absoluto a los hermosos paisajes que mi amada Eloise solía retratar. Imagenes de demonios, bestias horripilantes de cuerpos peludos, con tres cabezas y cientos de colmillos apuntando como chuzos de sus bocas, con cuernos recorriendo sus espaldas, tres brazos y otras tantas atrocidades; bañados en sangre, devorando cuerpos humanos, destrosandose los cráneos entre sí. Arrojé el cuaderno inmediatamente asqueado por lo vívido de las imágenes, de un realismo que daba a pensar que los hubiera copiado de un modelo vivo.
Tomé mis utensilios y corrí de regreso a la cabaña, dejando el inmundo cuaderno a merced de la noche. Culpé a la fiebre por las imágenes repulsivas que mi amada Eloise jamas hubiera podido imaginar por su cuenta. No soy un hombre dado a creer en demonios, brujas o fantasmas. O al menos no lo era. Pero cuando llegué a la cabaña me crucé con la matrona, que si lo era, y en gran medida. Corría despavorida, tan rápido como sus rechonchas piernas le permitieran alejándose de nuestra morada. No llegué a entender lo que balbuceaba entre dientes, pero cuando le pregunté si le ocurría algo a mi mujer, pensando en esto el motivo de su prisa, solo me gritó algo de posesión demoníaca y siguió corriendo, haciendo oídos sordos a mis reclamos.
Pero al entrar no encontré nada más que a mi amada, tendida en nuestra cama, durmiendo plácidamente. No pude evitar soltar un suspiro de alivio. Con el estomago hecho un nudo por los nervios, y el cansancio tanto mental como físico, me acosté agotado junto a mi Eloise. Dormí, aún así, un sueño intranquilo, pues las imágenes de espanto que viera en el cuaderno de mi mujer, asechabanme en sueños. Veía bocas inmundas que desprendían vapores rancios; ojos inyectos en sangre que me escrutaban como a una presa; garras inmensas que me perseguían para descuartizarme vivo...
Me levanté a mitad de la noche para tomar agua, incapaz de contenerme más tiempo postrado. Mis manos temblaban y un sudor frío me corría por la frente. No prendí la luz para no despertar a Eloise, pero al volver a la cama la encontré vacía. Comencé a gritar el nombre de mi mujer a viva vos. Enloquecido de miedo como ya estaba salí a buscarla fuera. Y para alivio mio la encontré en lo que hubiera sido el patio del fondo de la cabaña, si no fuera que era el mismísimo bosque.


Bocadelobo II

martes, 24 de mayo de 2011

Oximoron

Hoy de mañana, después de terminar 1984 de George Orwell puse en la laptop el tema 2+2=5, obviamente. De hecho era algo así como el primer que me incitó a leer la novela. Me acuerdo de cuanto me gusta(encanta) Radiohead, por más suicida que me ponga, y recuerdo mi decisión de días pasados de hacerme un tattoo de un personaje de Terry Pratchett...
Y ahí me pega, como una trompada de realidad. Ha estado rondando por los oscuros confines de mi raciocinio el vacío de una afición durante tiempos recientes. No soy fanático por nada y eso me atormenta. No siento esa pasión, ese empuje, esa motivación en definitiva... Y de golpe recuerdo no una, sino DOS grandes pasiones, que dejé de lado por vaya uno a saber que: Radiohead y Mundodisco; Yorke y Pratchett.
Dos caras opuestas de una misma moneda. No hay nada que diga tristeza, melancolía y depresión mejor que una canción lastimeramente cantada por esa vos de lamento que tiene Thom Yorke. My Favorite Ever. Y nada que anhele más que esa banda sonora para mi vida que es Radiohead cuando estoy de un humor entre gris y azul, dependiendo del idioma. Y al mismo tiempo no hay nada que me alegre más, que me haga reír más, que me de más energía, que me acelere más, que un chiste de Pratchett. Too many great ones to chose just one.
Y ahí estoy, con la tristeza en un oído, y la alegría en el otro ojo. Se me cruza por la cabeza que hay algo mal... Soy una persona alegre? Soy una persona triste? Me gustan escritores tan deprimentes que bien podrían haber narrado en su lecho de muerte, y música tan alegre que no hay quien no se ria de verme bailar. Yo, obviamente, al buscar una "banda favorita" quiero englobar esa dicotomía que existe en mí. Quiero algo que pueda ser tan risueño como lacrimoso, y eso es virtualmente imposible, por el simple hecho de que un artista trata de expresar algo, y es bastante poco probable que se contradiga como la hipocresía que es mi estado de animo.
Y ahí estoy, secando el piso del baño, pensando en que siempre estuve equivocado... En lugar de buscar algo que englobe mis opuestos, tengo que buscar dos cosas. O dicho de otra manera, me decanto por la música triste y el estar postrado en mi depresión, y por la lectura y la risa en mis momentos de alegría. Hoy desentrañé una gran verdad para mi mismo: no puedo estar vivo, no soy funcional.
Soy los dos lados de una moneda tocándoce entre sí. Y no puedo encontrar un equilíbrio porque eso no sería falso para ambas postruas. Un anacronismo temporal, un oximorron personal, la manifestación antropomórfica de un truco mental. La conclusión de infinito, el donde de una singularidad, el cuando de una paradoja, el como de una imposibilidad.
¿Qué poético, eh? Pues no es muy gracioso en realidad. Puede que el problema mismo sea que, como soy así, no quiero cambiar. Yo solo puedo ser... bueno, yo. Demasiado orgulloso, demasiado imbécil. Me hallo repleto de imperfecciones y defectos, y no puedo más que amar hasta el ultimo de mis defectos.
El Tao lo decidirá.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Vendo o permuto

El barrio Alejandría no es muy conocido. Escondido entre la avenida Tigris, el bulevar Éufrates y la rambla, es pequeño y pintoresco. Un barrio residencial. Está como rodeando un pozo, todas las calles bajan, ninguna sube. Las casas escalonadas, muestran más tejados y azoteas que frentes y fondos, como amontonadas para mantener el calor. Las chimeneas largan humos perezosos por la tarde, como un tío gordo fumando su pipa en una reposera.
Los habitantes del barrio Alejandría parecen todos extranjeros, y tienen su jerga propia incluso. Usan palabras como "improperio", "ecuánime" o "disyuntiva", típicos vocablos de almacén, que aparecen en el diccionario meramente como curiosidad. Si fueran de otro país, sería un país indistinto, donde todos son extranjeros.
El pobre barrio tiene muy mala recepción de Internet, telvisión y hasta radio, por estar en un poso y rodeado de los grandes edificios circundantes, por lo que los alejandrinos (como se les llama a los habitantes de este país en plena ciudad) son muy asiduos al inusual habito de la lectura. Increiblemente esta muy lejos de cualquier biblioteca, y si uno quisiera abrir una librería, movido por el espíritu altruista de ayudar a los alejandrinos a conseguirse libros, y no meramente para lucrar a sus expensas, obvio, fracasaría rotundamente y del primer al último intento.
Porque resulta que los alejandrinos tienen sí una biblioteca. Pero antes de que me tachen de embustero por faltar a la verdad, déjenme explicar el funcionamiento de su peculiar biblioteca:
-Uno es dueño de unos diez o doce libros como mucho.
-Uno, normalmente no relee el mismo libro una y otra vez, e incluso en caso de hacerlo a la quinta o sexta vez, por mucho que guste del contenido de dicho libro, va a querer ampliar su repertorio.
-Uno tiene amigos con el mismo problema, pero que suelen tener otros libros distintos a los propios...
Ah, seguro ya saben por donde va la mano. Los alejandrinos crearon un sistema sencillo para prestarse libros entre todos.
Lo importante es desprenderse del sentido de propiedad de los libros individuales, sino sentirse un accionista en una gigantesca librería. El sistema es sencillo. Un libro tiene un valor igual a sus páginas (sin contar indice, paginas en blanco, dedicatorias y demás), y se cambia por una cantidad igual de páginas, dejando a cuenta las que falten de uno u otro lado de la transacción. Así yo cambio una Divina Comedia de 536 páginas, por un Principito, un 1984 y un Frankenstein, que suman 614 páginas, quedando a cuenta las 78 restantes para el próximo cambio.
Pero un libro de cuentos tiene un valor mayor que una novela, pues es más "releible" Para releer una novela uno tiene que leerla de cero, pero en un libro de cuentos se puede abrir una página al azar y... En fin. Los libros de cuentos valen por 1.4 las páginas que tengan, y los de poesía el doble. Ustedes dirán que tal o cual libro, más corto que tal otro es mucho mejor y debería valer más, pero como los gustos entre las personas son tan variados, es seguro que si no gusta un libro aún así se puede cambiar por otros, manteniendo el mismo valor.
Ustedes me leen a mi, así que todo es posible en este mundo.

martes, 17 de mayo de 2011

Carpe dime

SI NON CONFECTUS NON RECIFIAT
He pasado tantos días y tantas noches quemándome la cabeza por pelotudeces. He pasado por mil huevadas, que me han hecho calentar, que me han entristecido, que no valen la pena, que son huevadas al final. ¿Y de qué me sirvió? Ya basta. Hoy pongo mi pie firme y digo: ¡QUE VIVA LA PEPA! Así, con todas las letras U.U Después de todo, algo que aprendí de mi madre fue que no tienen sentido planear nada. ¡El futuro es incierto, el pasado irrelevante, vivamos el hoy!

Estuve molestando bastante con el tema de que no soy fanático últimamente. Quiero un tattoo hace mucho tiempo, pero no me decido QUE quiero hacerme, porque tengo miedo de arrepentirme después. Bueno, ¿cual es el punto del tatuaje en primer lugar? Demostrar la pasión que se siente por cierto tema o un recordatorio de esa pasión. Como dice un amigo "si dentro de varios años miro este tatuaje, aunque ya no me guste este cantante me voy a acordar lo que significó en su momento y va a tener el mismo valor"

Así que hoy me decidí por un diseño de un tatuaje. Y si mañana resulta que ya no me gusta, me hago uno más grande encima :P

sábado, 14 de mayo de 2011

Sin despedidas

Una carretera de tierra cruza de norte a sur una vía de tren que cruza de horizonte a horizonte. En el cruce se alza un precario edificio de madera pintada de azul marino, con techo a dos aguas de tejas verdeazuladas. Los tonos frescos resaltan en el desolado paisaje, como si hubieran plantado un oasis; los tonos dorados de las espigas en los campos, le gritan verano a los ocres y marrones rojizos de los árboles que ya suspiran otoño; incluso lo único que rompe el horizonte son unas montañas de tierra colorada. Junto a la estación hay una torre de acero oxidado, como una aguja clavada en un costado del cielo. Fue diseñada para ser un mástil de amarre de dirigibles. Junto a la cima en chuza se distinguen vagamente las escalerillas, y los sistemas de poleas y engranajes que permiten bajar a los pasajeros  por la escalera de caracol que recorre el centro.

Solo hay dos operarios. Uno mira desde la taquilla con los párpados cansados, bigote finito, raya al medio, y un poncho color arena. El otro ronca en una silla junto a la ventana de la taquilla. La bulbosa nariz colorada hace juego con la barba roja, que a su vez parece tupida para compensar la cabellera rala y escasa. Casco de minero en la cabeza, mono color café, pies descalzos, con medias que en alguna época fueron blancas, y el dedo gordo del pie derecho asomando por un agujero, junto a la silla duermen una siesta las botas estilo militar.

Esa fue la imagen que recibió a Pasión y Respeto al llegar. Respeto se bajó primero para ayudar a Pasión. Traje gris humo, todo parejo, y de una pulcritud inlograble después de horas de cabalgar. Se quitó la capucha de la capa negra, y se subió los anteojos a la frente para que le sujetaran las rastas que bajaban hasta media espalda. Pasión montaba de costado por la larga pollera de su vestido blanco. Se quitó los anteojos y se los entregó a Respeto. Caminó con paso seguro hasta la taquilla, con las altas botas negras apenas asomando bajo el fruncido de la pollera. Llevaba una capellina blanca y varias tiras de cuero rojas ceñidas por hebillas de cobre; una cruzada oblicuamente desde arriba del hombro hasta bajo las costillas opuestas, otra en la cintura dando dos vueltas, otra en la cadera media ladeada a la izquierda, otra en el antebrazo derecho con cuatro vueltas, y una sobre el bíceps izquierdo con tres vueltas; con una chalina roja sobre los hombros.

—Hola, quiero un billete a Oniria.
— ¿De tren o de dirigible?
— ¿Cuál llega primero?
—El tren llega en un par de horas, el dirigible viene una vez a la semana. Hoy, pero no se cuando.
—Bueno, entonces esperaré, y compraré el que llegue primero.
—El billete de tren sale dos denarios, el de dirigible sale doce.
—Cambié de opinión. Quiero un billete de tren a Oniria.

El operario sonrió y le entregó el billete que tenía en la mano desde que los vio bajar del lince montes. Se sentaron a esperar en un banco de madera que daba a las vías. No había más sonido que el ronquido del otro operario y el zumbido de una mosca. El sol entibiaba el frió seco de modo intermitente entre las nubes. Pasaron las horas y ninguno había dicho palabra. Se ve el humo del tren que llega a la distancia.

—No vayas Pasión.
—Dame un motivo para no ir.
—Porque yo no quiero que vayas.
—Pero yo quiero ir.
—Quedate conmigo. Él no te merece. Si te hace sufrir nunca me perdonaré, y se que te hará sufrir. Conozco su tipo.
—Yo también se que me hará sufrir. Me hará sufrir tanto que la fuerza para mantenerme viva se escapará de mis miembros, y mi ser no me podrá mantener en pie un minuto más. Se que me hará sufrir porque lo amo con locura. Lo amo con toda la fuerza que mi corazón me permite y por eso se que me hará sufrir con tanta fuerza como pueda soportar antes de desfallecer. Pero valdrán la pena mil años de condena por un minuto de la felicidad que me provoca cada instante que está a mi lado. Así que lo amaré igual. Se que me hará sufrir porque se que lo voy a seguir amando hasta que él ya no me ame.

El tren llega. Respeto mira el suelo. Pasión se levanta del banco, camina lentamente a la puerta del tren y se sube sin mirar atrás. Respeto se coloca los anteojos y la capucha, y sale al galope al tiempo que el tren parte con destino al horizonte.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Divague total sobre el valor de la manofactura

Hiperrealismo con lapiceras bic: Juan Francisco Casas
¿Es algo mejor solo porque cueste más trabajo? O sea, si alguien toca una canción con una guitarra criolla y yo "toco" la misma canción con un sintetizador (por mero ejercicio intelectual finjamos que es uno muy bueno y suena EXACTAMENTE IGUAL), ¿es mejor el que toca la guitarra solo porque es "real"? ¿El esfuerzo le añade realmente valor?
Es como en la pintura. Cuando se pudo emular un paisaje o un rostro, no solo sin necesidad de ser un maestro en el arte e instantáneamente, sino igual a la imagen original... ¿No es mejor una foto que una pintura? Ahí se comenzó a experimentar otras formas de expresión plástica. Se trató de reinventar la pintura, para que tuviera un sentido de ser. Pero la fotografía reemplazo completamente a la pintura en los usos que se le daba. (No todos obvio, no se podía sacar una foto a la última cena por ejemplo) Pero se le dio la categoría de arte a la fotografía también. Y hoy en día  se pueden hacer imagenes digitales "mejores" que cualquier pintura. ¿Es realmente algo mejor porque requiera de más esfuerzo?
Yo personalmente no considero que las pinturas de arte abstracto sean muy... bonitas... y me decanto por el surrealismo, una rama que mescla el afán por imitar la realidad con lo onírico. Pero eso son gustos personales y no voy a criticar el trabajo de nadie. Yo aquí no hablo de la pintura como expresión artística. Mi pregunta es si le quita valor a un dibujo si lo hago con una tableta digital, en comparación a uno hecho a lapiz.
Es entendible darle valor al trabajo del artesano que logre hacer una espada mejor que ninguna otra... Pero si una maquina puede hacer una mejor espada? ES realmente mejor la espada de la maquina? Hoy en día ya no se usan para combatir precisamente.
La tableta digital. El perfecto ejemplo de una herramienta que te permite hacer lo mismo, pero más fácil.
Es de nuevo el caso de Garry Kasparov, campeón mundial de ajedrez, derrotado por una computadora en el 97...

lunes, 9 de mayo de 2011

Bitacora de Capitán

Día 8: Ya no quedan más enlatados, y la tarta de atún empezó a oler. Estoy empezando a mirar con cariño a los gordos humanos que pululan por las calles, gordos y sabrosos... Tal vez no deba ir tan lejos y con solo robar a uno y usar su dinero para comprar comida alcance...

Día 9: A la tarta le creció pelo y patas y huyo por porciones. O eso o tenemos un muy grave problema de ratas. Ah, Leonore. Como no supe apreciarte mientras te tenía aquí conmigo.

Día 10: Rompí un vaso. Con una de las lascas hice un cuchillo. Otra la anexé al mango de una escoba para hacer una lanza. Voy a intentar cazar una de las porciones de tarta. Me vestí con una resistente tela que encontré. El cable de una lampara me sirvió de cinto y la pantalla de sombrero.

Día 11: Las porciones demostraron ser mas fuertes que yo. Estoy investigando los usos medicinales del jabón de tocador.

Día 12: Querida Leonore, ya no puedo continuar así. Tal vez nos reencontremos en el mas allá, tal vez yo ya esté en el infierno. Voy a comernme la bitácora como última fuente de alimento.

Una mujer abre la puerta y contempla la escena:

— ¡Irr! ¡Me fui por solo dos horas! ¿Qué es este desorden?
*Silencio*
— ¿Estás usando la cortina del baño como ropa? Y ¿por qué tenés una lampara en la cabeza?
*Más silencio*
— ¿Comiste la tarta de atún que te dejé?
*Aún más silencio*
— ¿Qué tenés en la boca? ¿Estuviste comiendo jabón de tocador devuelta?
*Salta por la ventana y corre hacia el horizonte*
—En fin fue bueno mientras duró...


Otro... capítulo? en la travesía de este personaje.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Suerte?

Hay una mujer que sobrevivió cosa de 35 accidentes de avión. Probablemente estén pensando "que mala suerte para estar en 35 accidentes de avión, por más que haya sobrevivido" ¿Y si les digo que esa mujer es una azafata retirada? ¿No, tampoco?

Muchos me dicen que tengo suerte. Y yo me considero afortunado, y "agradezco" la vida que tengo. Pero en realidad no creo en la suerte. Sí, obvio, si afronto la vida con una actitud negativa, y me quejo de todo, y me FIJO solo en "las mierdas que me pasan" yo también puedo encontrar mil y dos mil desatinos diarios. Si elijo ver como la luz está en rojo en este semáforo, e ignoro como está en verde en aquel, OBVIO que voy a pensar que "tengo mala suerte" Bah...

Si contabilizamos cuantas luces verdes te tocan, y cuantas luces rojas... te da un 50/50 Y ADEMÁS ESTÁN LAS AMARILLAS... Pero uno puede formar su propia suerte! Bueno, no es como si pudieras sacarte la lotería solo por mentalizarte, no? Pero aumentan increíblemente tus probabilidades de ganar la lotería... si juegas.

Yo acepto que todos los problemas que enfrento en mi vida, todos, a diario, desde que tengo memoria, son culpa, absoluta y totalmente: mia. Yo tengo el poder de solucionar todos mis problemas? Bueno, no se si ser tan optimista, pero que yo los causo, no tengo duda alguna. Y no, yo no soy optimista: soy objetivo. Yo SE que no tengo mala suerte, PORQUE SE QUE NO TENGO BUENA SUERTE TAMPOCO. Los demás ven "buena suerte" en mi, porque los humanos se centran en SUS problemas :P

Dejen de victimizarse que siempre va ha haber alguien peor y alguien mejor, para que te sientas "desafortunado" o "afortunado" en comparación. No hay que compararse carajo.
Para hacerla corta les dejo una fabula Taoísta. (Sí, yo aspiro al Tao, algún problema?)

"El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón, porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido."