lunes, 15 de abril de 2013

El dedo de Dios

Despierto. Aún no abro los ojos. Recuerdo que día es hoy y saboreo el momento. Sonrío. Abro los ojos. La habitación está a oscuras. Miro a mi izquierda y veo el reloj parpadeando la hora. Son 7:56 y faltan cuatro minutos para que suene la alarma. Compruebo que estoy en la misma posición que me acosté. Eso me causa dicha. Las piernas rectas, tapado hasta el pecho, los brazos por sobre la manta y junto al cuerpo. Cierro los ojos. Repaso mentalmente los pasos a seguir tras levantarme. Suena la alarma. La apago. Me destapo. Me levanto. Me calzo las pantuflas. Camino hasta el baño. Me lavo las manos. Orino. Me lavo las manos. Lavo mi rostro. Cepillo mis dientes. Me peino. Voy hasta la cocina. Me hago un café. No. Hoy no quiero café. Me hago un jugo. No.
Suena la alarma. La apago. Me destapo. Me levanto. Me calzo las pantuflas. Camino hasta el baño. Me lavo las manos. Orino. Me lavo las manos. Lavo mi rostro. Cepillo mis dientes. Me peino. Voy hasta la cocina. Hoy no voy a desayunar. No se que hago acá. Voy al cuarto y me visto. Camisa a cuadros de manga corta. Pantalón de vestir verde. Zapatos. Listo. Paso frente al taller y el recuerdo me causa dicha. Entro al taller. Ahí está Ella. Entre el torno y el banco de la moradora. La terminé hace dos noches. Ayer la probé en un terreno baldío. No sea que en el momento de cumplir con mi papel me explote en la cara. Pero Ella es guiada por El Señor. Es su voluntad y no puede fallar.
Tomo el maletín donde está ella y salgo de la casa. Cierro con llave. Dos vueltas.
Voy hasta la iglesia. Son siete cuadras y tres cuartos. Voy caminando. Mientras camino pienso en todo el mal que se ha posado sobre la ciudad. El señor guía mis pasos. Tengo fe. Llego frente a la iglesia. Me persigno. Entro. Saludo con un movimiento de cabeza y una sonrisa al párroco. Voy directo a las escaleras. Subo hasta el campanario sin que nadie me detenga. Eso me casa dicha. Llego a la sima. Abro el maletín y la contemplo. Empiezo a armarla. Culata. Percutor. Cañón. Mira. Es hermosa.
Me persigno una vez más por la santidad de Ella. Me acuclillo, apoyo el codo en la ventana y miro por el visor a los transeúntes que pululan ahí debajo. Soy yo quién aprieta el gatillo, pero es El Señor quién dispara. Pues yo no soy sino el dedo de Dios. Y a través de mí Él hace su voluntad.

2 comentarios:

  1. Fue tan claro y poco rebuscado que me sorprendió.
    El otro día vi una peli que te encantaría: Cloud Atlas.

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    1. YA la estoy bajando : ) Y como decía Dolina en Las Cronicas del Álgel Gris, "El asombro constante no asombra" xD

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