viernes, 2 de agosto de 2013

Separando los hombres de los niños

Sobrio, austero, estoico, cínico, disciplinado, serio, maduro. Porque el mundo ya está lleno de niños.
   El flagrante en sus hábitos cotidianos, ya sea su vestimenta y su alimentación, o su sustento, sus círculos sociales y sus pasatiempos, demuestra al llamar la atención que su ego y su felicidad dependen de la opinión de los demás. Yo resalto de por sí, no necesito un arcoíris en mi cabeza, ni un cartel de neón marcando mi ubicación en las fiestas. No tengo interés en socializar tampoco, porque hay muy pocas personas con las que quiera pasar mi tiempo, casi nadie puede aportarme algo y para colmo estoy intentando independizarme por completo, por lo que no querría ver gente ni por conveniencia.
   Entonces, si no tengo intenciones de socializar, ni de generar un efecto en los demás, porqué habría de ser llamativo, elocuente? No es necesaria tanta floritura para el día a día; eso de hecho solo gasta valioso tiempo. Tampoco es necesario eliminar la parsimonia, porque el cuidado en las tareas de precisión es sinónimo de éxito.
   El placer no es un enemigo tampoco, y no es necesario eliminarlo; solo hay que nivelarlo en la lista de prioridades. Que la incomodidad no sea un obstáculo, que no te detenga salir porque haga frío, por citar un ejemplo; pero de ahí a la inconsciencia de no usar el abrigo apropiado hay un abismo de distancia.
El objetivo final es perfeccionarse a uno mismo, lo cual implica entrenamiento y preparación, lo cual es sinónimo de esfuerzo, trabajo, aburrimiento e incomodidad.
   La vida es en definitiva sobre equilibrio.

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