jueves, 15 de noviembre de 2012

Slaughter I

Slaughter era un niño más del montón. Su madre era la doctora del pueblo, su padre el alguacil. En la escuela lo más notable es que era muy inteligente. El se apoyó en eso y trató de ser el mejor en clase. A medida que pasaba el tiempo su intelecto se desarrollaba cada vez más y él se sentía más y más orgulloso dello. Sus compañeros de clase comenzaron por envidiarlo, y terminaron por odiarlo. Entre la envidia y la pedantería de Slaughter se formó un antagonismo entre él y la mayoría de los niños. Comenzaron las peleas a la salida de clases. Slaughter decidió no decirle nada ni a sus padres ni a su maestra, y las peleas era cada vez peores. Siendo su madre doctora disponía en su casa de materiales médicos suficientes para curara sus heridas él mismo y mantener el secreto. Hasta que un día se hartó y le robó el arma a su padre. A último momento se acobardó y no entró a clases. Se fue a su escondite preferido  el hueco entre las raíces de un árbol en el bosque cerca del pueblo. Ahí se topó con una visión inusual. Un vagabundo estaba acostado durmiendo tapado con una manta con un par de ramas encima. Dudó primero y después lo despertó con la punta del arma (simplemente era lo que tenía a mano, ni se dio cuenta de lo que estaba haciendo) El vagabundo despertó sobresaltado, sobre todo por la visión de un niño prepúber apuntándole con un arma de fuego.
—¿Quien eres? ¿Y qué haces en mi escondite?
El vagabundo en realidad era un asesino y un espía de la nación de Central Corus, que se apoyaba en la fachada de un inocente linyera. Por supuesto no iluminó a Slaughter con este detalle.
—Swift es mi nombre pequeño, ¿cuál es el tuyo?—De haber sido cualquier otra persona, Swift lo hubiera asesinado en el momento, pero como era un niño podía solo mentirle  sin miedo, además de que este niño justo tenía un arma de fuego en sus manos.
—Slaughter. Y ¿por qué duermes en el tronco de un árbol?
—Ah, es un mundo peligroso en el que vivimos. Yo soy de un pueblo al norte. Hace días la avanzada de Central Corus llegó y arraso con todo. Yo solo estoy tratando de sobrevivir. ¿Y tú qué haces aquí? ¿Y de donde has sacado esa arma?
—Hoy no fui a clases. Mis compañeros me odian porque soy más inteligente que ellos y cada día cuando salgo de clases se juntan dos o tres para golpearme. Estaba harto y decidí arreglar todo por mi cuenta. El arma es de mi padre. El es es alguacil, y mi madre es la doctora. Ya se, ya se, tendría que haberle dicho a mis padres en lugar de tratar de resolverlo por mi cuenta.
—Oh, no. Ya eres casi un hombre. No puedes depender de tus padres por siempre, ¿o sí? Imagina si mañana Central Corus ataca tu pueblo como atacó el mio y tus padres mueren, ¿qué harías entonces? Tienes que aprender a valerte por ti mismo. Hiciste muy bien en no decirle a tus padres. La información solo viaja en un sentido, una vez que alguien sabe algo ya no puedes borrar el recuerdo de su mente.
Hagamos esto: dijiste que tu madre es doctora, ¿no? Te propongo un trato: yo soluciono permanentemente tus problemas con tus compañeritos de clase, y tu me ayudas con un par de suministros para mi viaje.
Lo que Slaughter no sabía, era que de hecho se suponía que la avanzada de Central Corus pasara precisamente por ese pueblo en un par de días. Swift iba a su encuentro con unos planos e información de la ciudad central de Linolium.
—Hoy deja ese revolver en su lugar y tráeme algo de comer; mañana prepárame un paquete, nada muy voluminoso, no quiero abusar tampoco, y yo me encargo de esos mocosos que te envidian.
Slaughter durmió tranquilo esa noche, sin dejar de pensar y repensar las palabras de Swift como si de un mantra se tratase: "Tienes que aprender a valerte por ti mismo"
Al día siguiente Slaughter se fue un poco más temprano a clases, para pasar por el escondite a buscar a Swift. Swift había decidido no confiar demasiado en el mocoso y había dormido en un establo, pero los suministros y la comida le podían ser bastante útiles, y decidió pasar por la escuela antes de irse del pueblo para no volver jamás. Fue así que Slaughter lo encontró en un callejón a la salida de clases. Swift se puso el indice en los labios y le guiño un ojo. Antes de que Slaughter pudiera reaccionar escuchó como un niño gritaba su nombre. Slaughter se metió al fondo del callejón, y Swift se escondió tras un par de toneles. Cuando los niños pasaron, Swift sacó sus dagas y les rebanó las gargantas a los tres antes de que pudieran gritar siquiera. Vayan los dioses a saber porqué decidió dejar con vida a Slaughter, pero se acercó y le quitó la mochila.
—¿No es eso acaso lo que ibas a hacer con el arma de tu padre si no te hubieras acobardado?—Le dijo mientras sacaba el paquete de medicinas del morral—No somos tan diferentes, solo tu eres más cobarde. La cobardía no es mala tampoco, te mantiene con vida mocoso.
Slaughter aterrorizado salió corriendo, y fue a refugiarse al único lugar que le reperesentaba seguridad en ese momento: el hueco entre las raíces de un árbol. Aún con salpicaduras de sangre en las mejillas se hizo un ovillo se echó a llorar hasta quedarse dormido. Despertó a la luz de la luna para ver como una araña devoraba una polilla. Pensó inocentemente en salvar a la polilla para resarcirse de sus actos. Pero algo lo detuvo antes. La araña necesitaba matar a la polilla para poder comer. Si salvaba esa polilla, la araña atraparía otra al día siguiente. Podía matar a la araña, pero ¿por qué debía sobrevivir la polilla y no la araña, si después de todo ninguna le había hecho daño alguno a él? Y además si salvara esa polilla especifica de esa araña especifica, mañana otra araña la atraparía de todas maneras. Y sino, de algo moriría tarde o temprano. La polilla era una estúpida que había caído en la trampa de la araña, y merecía morir. Ahora, para la araña era una lucha por una comida, mientras que para la polilla era una lucha por su vida, y aún así había sido derrotada. Decidió volver a su casa. Encontró el pueblo en llamas. La gente corría por sus vidas, por donde mirara había alguien muriendo, y los gritos eran la música de fondo del espectáculo. Swift se llevó los libros de Slaughter, el paquete de comida y medicamentos había quedado en el escondite. Slaughter había puesto una manta y otras pequeñeces que pensó que le servirían a Swift. Y con ese bulto en el bolso salió por el mundo.

Pasaron dos meses antes de que Slaughter encontrara la cueva. Había pasado hambre, frío, miedo, había peleado con perros para dormir en sus casillas, había robado gallinas, había sido atacado por lobos, cruzó un riachuelo a nado y perdió la mitad de sus suministros, un anciano loco en el bosque quiso abusar de él y lo mató con una piedra, se enfermó y tuvo que curarse a base de fuerza de voluntad, y hoy, en su cumpleaños numero doce, estaba frente a la cueva. Era en la ladera de una montaña, de una piedra medio verdosa, con una luz violácea emanando desde el fondo. Solo pensando en un lugar seco donde dormir esa noche. Entre más caminaba por la cueva más despertaba su curiosidad. Había cristales enormes creciendo y zumbando energía. Había extraños hongos bioluminiscentes que se retraían cuando el se acercaba; otros largaban sus esporas cuando el pasaba caminando inadvertido sobre un campo entero, dejando un humo anaranjado a su paso que se desperdigaba por doquier, obligandolo a correr y levantar más y más esporas al aire. Llegó finalmente a un lago interior, una superficie cristalina, completamente estancada, negra y plateada a la vez. Era una recamara de no más de tres metros de alto, pero que se perdía en la oscuridad, por lo menos de quinientos metros a lo ancho. En el centro del lago llegó a ver apenas una especie de islote. A medida que sus ojos se habituaban a la oscuridad del agua era cada vez más y más claro el camino de coral que iba hasta el islote. El agua indeterminadamente profunda, pero el hilo poroso de hueso vivo estaba apoyado contra la superficie misma, permitiendole caminar por él sin mojar más que las suelas de sus zapatos. Los pasos se extendían en ondas por la superficie impoluta como ecos de los siglos de soledad. Slaughter encontró que el islote estaba más lejos de lo que parecía y que era más grande de lo que pensaba. El islote parecía vibrar con una luz espectral que no iluminaba nada más que la roca viva de la que estaba echo. Cuando Slaughter puso un pie en él, el brillo aumentó ligeramente, como expectante  Cuando Slaughter se paró en la superficie el brillo lo encegueció, y cayó inconsciente.

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