sábado, 29 de diciembre de 2012

Uroboros

La cena iba bastante más aburrida de lo que cualquiera de los dos hubiera esperado. Comíamos casi que en silencio, sazonado por algún "Esto está muy bueno" o un "¿Dices que lloverá mañana?". A mi me gustaba ella, a ella le gustaba yo. Y el hecho era tan obvio que la coquetería resultaba superflua, por lo tanto era una segunda cita bastante aburrida. Ya sabíamos lo básico del otro, como de que vivía, si tenía hermanos y que música escuchaba. Pasamos directo al punto de ser una pareja casada desde hace tiempo. Era como un acuerdo tácito: hacemos buena pareja, somos compatibles, yo te gusto, tu me gustas, no vamos a conseguir nada mejor, ya es obvio que vamos a terminar juntos. ¿Para qué discutirlo si ninguno lo había pronunciado?
Y de golpe ella lo dijo.
—Y... ¿Qué se siente ser escritor?
—Bueno, en realidad soy contable. Te dije que me gusta escribir solo por hobby. No hay mercado como para poder dedicarme a lo que me apasiona.
—Lo siento.
—No, tampoco es que me disguste ser contable—me defendí—Es solo que escribir es mi pasión, y es una lástima que no pueda vivir de ello.
—Pero no entiendo porque no se puede vivir de ello.
—Es complicado...
Y el silencio volvió a caer como una gruesa capa de polvo. ¿Por qué no explicarle? Como ya dije era obvio que íbamos a terminar juntos, ¿por qué no decirle la verdad?
—¿Quieres que te cuente de verdad?
—Si no te molesta...
—Bueno, es que yo escribo fantasía, ficción. Tonterías en definitiva.
—Ahá...
—Bueno, pero es que no hay un motivo por el cual alguien compraría un texto mio. No aportan nada.
—¿Pero acaso nadie lee por pasatiempo ya?
—Las pocas personas que leen por pasatiempo, son un mercado reducido que consume cierto tipo específico de literatura.
—Ya veo...
Algo toco un nervio sensible de ese "Ya veo".
—No pensaras...
—¿Qué?
—O sea, no pensaras que es porque no soy bueno, ¿no?
—Has sido tu quien lo ha mencionado.
—¡Un momento! Mi calidad narrativa es buena ¡Es más que buena! Diría que ese es parte del problema.
—Nunca te había visto acalorarte.
—¿En todos los años que me conoces? Mira, ¿quieres leer algo de mi trabajo para que te desengañes?
—Pero es que yo no he dicho nada...
Y era verdad, era yo el que no confiaba en mi propio talento. Era yo el único que me frenaba. Era YO el que había elegido estudiar una carrera confiable, para conseguir un trabajo confiable, y no me arriesgaba a saltar al mar de los escritores publicados, por miedo a ser devorado por los editores salvajes.
La comida siguió en un silencio incómodo.
—¡Suficiente! ¡Te lo demostraré!
Le grité a un mozo que me trajera papel y una pluma. El mozo, por más desconcertado que estuviera, actuó movido por la base de que cualquier acto fuera de lo común implicaba una propina extra. Le entregué mi ternera y corrí un trozo de mantel para apoyar el papel. Ella me miraba con los ojos cada vez más abiertos como recorría el filo de la hoja con la pluma, tatuando tinta a una velocidad imposible. Encolerizado, con el orgullo herido y poseído por la idea, y no podía parar de escribir:

La cena iba bastante más aburrida de lo que cualquiera de los dos hubiera esperado. Comíamos casi que en silencio, sazonado por algún "Esto está muy bueno" o un "¿Dices que lloverá mañana?". A mi me gustaba ella, a ella le gustaba yo. Y el hecho era tan obvio que la coquetería resultaba superflua, por lo tanto era una segunda cita bastante aburrida. Ya sabíamos lo básico del otro, como de que vivía, si tenía hermanos y que música escuchaba. Pasamos directo al punto de ser una pareja casada desde hace tiempo. Era como un acuerdo tácito: hacemos buena pareja, somos compatibles, yo te gusto, tu me gustas, no vamos a conseguir nada mejor, ya es obvio que vamos a terminar juntos. ¿Para qué discutirlo si ninguno lo había pronunciado?
Y de golpe ella lo dijo:

—¿En serio piensas que vamos a terminar juntos?
—¿Cómo?—Estaba mirando por sobre mi hombro.
—Si realmente estas tan seguro de que vamos terminar juntos.
—Bueno, sí. ¿Qué acaso no es obvio?
—No lo estas expresando de manera muy romántica, sobre todo la parte de que "no vamos a conseguir nada mejor", pero la idea de que seamos tal para cual, el uno para el otro, tan sincronizados que sea inevitable que terminemos juntos... Eso sí es romántico.
Y me sonrió. Ya no pude seguir. Tuve un impulso irrefrenable, y la besé.

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