domingo, 18 de septiembre de 2011

El ejercito de los corazones rotos

¿Como se supone que siga...?
Se levanta pesadamente del catre en que descansa a diario. Siempre se despierta con el costado izquierdo helado. Falta. Siempre falta...
¿Como se supone que viva...? Si no me queda vida en los huesos...
Se mira en el espejo roto que hay apoyado en una silla, en la misma silla que hay un cuenco con agua. Solía afeitarse mirando ese mismo rostro cansino y medio moribundo. Ya no peina sus ralos cabellos tampoco.
¿Como quieren que siga adelante...?
Las mismas botas que han dado esos pasos derruidos con él durante anhos son las que calza ahora. El mismo saco que ha sentido el peso del mundo sobre sí es el que cubre sus hombros ahora.
¿Como quieren que luche...? Si ya no tengo porque luchar...


Abre la puerta y un solo rayo de luz entra. Más polvo que luz se filtra por la desvencijada puerta de lata. Aún así cubre sus ojos con la manga del saco que en algún momento supo ser rojo y azul con detalles dorados. Sale a la intemperie para ver el mismo paisaje que ha evitado hasta en sueños. Pues frete a él se alza el ejercito de los corazones rotos.

Son los romanos luchando contra los bárbaros; son los zulus siendo exterminados por los británicos; son los egipcios luchando las tropas de Napoleón; son los españoles batallando contra los revolucionarios bolivarianos; son los austrohungaros de la primera guerra mundial; son los japoneses de la segunda; son los batallones de marines espaciales en el siglo XXII luchando contra fuerzas alienígenas; son los remanentes humanos defendiéndose de los robots; son un equipo antinarcóticos atrapado en medio de una fabela; son los cansados, los desposeídos, los maltrechos, los desmoralizados, los resignados; son el ejercito de los corazones rotos.

Ya no hay discurso que reanime a las tropas. Ya no hay refuerzos milagrosos que cambien el curso de la batalla. Ya no hay siquiera un tratado desesperado que les permita huir para volver a luchar. Ya no hay hogar al que volver. Ya no hay familia que los espere. Ya no hay esperanza. Son el ejercito de los corazones rotos.

Y como el general en su polvoriento uniforme, se enderezan. Se forman una ultima vez, en filas más o menos firmes. Con sus fusiles al hombro. Su familia son esos soldados a su al rededor. Ya solo luchan por sus camaradas, por el respeto al general, y por la determinación de que si se van a ir, se van a llevar a tantos enemigos como puedan. El general desenvaina un sable oxidado y apunta al frente. Apenas se lo ve con los primeros rayos matinales, haciéndose camino entre la bruma. Pero hoy cargaran por su honor. Pues son el ejercito de los corazones rotos...

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