miércoles, 15 de agosto de 2012

Esta es mi noche


   Mi despertador suena a las ocho, como el de tanta gente. Me despierto con el mismo gusto pastoso en la boca y desayuno, pues el des-ayuno es la comida que rompe con el ayuno del sueño. Mis persianas están bajas, pero no para evitar que escape el calor durante la noche, sino para evitar que entre la luz
durante el día.
—Yo no se como podes hacer esto. No son ni las nueve y yo ya estoy bostezando— Me dice el que relevo cuando llego al trabajo. Es que yo entro a trabajar a las nueve como tanta otra gente, pero yo hago el turno de la noche de un autoservicio 24h.
   Hay gente que tiene un metabolismo diurno y hay de metabolismo nocturno. Los primeros se levantan temprano, y a las once ya no pueden del sueño; a los segundos nos cuesta horrores despertarnos temprano, pero son las tres am y seguimos como si nada. Es por eso que cuado empecé a trabajar, en lugar de seguir mis estudios de mañana terminé haciendo mi carrera de diseñador grafico a las siete am. Poco a poco se va corriendo el horario, y sin darte cuenta tener el uso horario del continente equivocado. De hecho tengo
más amigos en internet que en persona, por la simple razón de quienes están despiertos al tiempo que yo.
   Pero la noche no deja de ser solitaria. Excepto los fines de semana no suele haber casi clientela. Eso me permite trabajar mientras traba- En fin. Ahora entra un grupo de inmaduros por no usar una palabra más fuerte. Ya saben de esos que compran una botella del whisky más barato, porque la idea es embriagarse.
   La noche siempre fue el refugio de las fiestas. Me intriga porque. Tal vez simplemente sea porque antes solo se podía trabajar de día. Eso explicaría también las diferencias entre la noche en el campo y la noche en la ciudad. Otra diferencia importante es que en el “campo” uno no suele caminar con
miedo a que lo roben…
   Ahora entra una pareja de adolescentes de verdad. Véanla a ella, con su
maquillaje y sus tacos para parecer mayor, y venalo a él mirarse en cada superficie reflectante. Compran unas papas fritas y una cerveza. Yo a su edad no sabía apreciar la noche más que para ir a bailes, escaparme de mis padres, emborracharme y cortejar señoritas. Ahora veo la belleza en la noche como
noche per se.
   A no ser que llueva, no vuelvo a mi casa a la salida del trabajo, sino que prefiero salir a caminar con mi violín. La otra noche tuve la suerte de presenciar como una estela dorada rasgaba el cielo nocturno en dos. Un espectáculo de fuegos artificiales hizo florecer la noche, e intentaba hacer resonar mis notas al compás de la vida que se gestaba en lo alto.
   Escucho como los inmaduros de más temprano, ya ebrios, destrozan algo metálico afuera. Asumo que un tacho de basura. Veo también como corren erráticamente, con el rojo y azul de un patrullero como telón de fondo.
   Ya mi turno empieza a terminar, cuando veo entrar a una señorita. Vestida toda de negro, con el pelo negro de mechones violeta agarrado en una sola cola de costado, escuchando música con unos auriculares más grandes que el reproductor en sí. Reconozco un tema de Cranberries cuando se acerca a la
caja.
— “Time is ticking out”?
— ¿Perdón? —Me responde al sacarse los auriculares, con un acento que no
alcanzo a reconocer.
—La canción— Compra un jugo de fruta y unos sándwiches.
—No te molestes, son lesbiana— Y me sonríe.
—Tenía que intentarlo, ¿no? —Y le sonrío también.
   En eso entra llorando la adolescente de más temprano con una amiga. La amiga le compra unos chocolates, pero asumo que solo para hacer cambio y llamar un taxi desde el teléfono publico de afuera.
— ¿Está bien?
—Sí, es que terminó con el novio— Bingo.
   Y el del turno de la mañana llega a las cinco en punto bostezando. ¿Hay alguien que no bostece de noche? Yo me cambio en la trastienda y salgo a caminar con un jugo de arándanos y mi violín en la mochila. Este es el primero que me compré, y aunque tengo un apego emocional, no me dolería tanto si me lo roban como el eléctrico. Al salir el golpe de aire fresco me despierta como una infusión de energía.
   Las luces de la ciudad le dan un tinte de tarde fresca a esa cortina de terciopelo negro con agujeritos que reposa allá arriba. El calor propicia salir, y me voy hasta la rambla a tocar hasta el amanecer. Mañana es mi día libre. Sobre el agua se puede apreciar mejor como la luna tiñe de plata las nubes, y el coro de estrellas acompaña su canto solitario.
   Me siento en el pasto, y mientras juego con las clavijas, escucho unos pasos que se me acercan.
—No hay mucho que hacer en tu ciudad de noche—Era la señorita de más temprano, que sigue tomando su jugo de fruta.
—Eso es solo falta de imaginación. Yo siempre tengo que hacer.
— ¿Toqué un nervio sensible? Estoy viajando de mochilera hace meses, y esta ciudad será de la más hermosa que he visto, pero te aseguro que no es la que más vida nocturna tiene.
   Al ver que me concentro en mi violín se sienta a mi lado. Y empiezo a tocar. La noche es, ha sido, y siempre será una parte importante de mi vida. Yo estudio, trabajo, practico, y obviamente compongo de noche. Yo vivo de noche, así que para mí la noche no es ni alegre, ni triste, ni solitaria, ni una fiesta constante, para mí la noche es mi vida, y eso es lo que trato de representar con mi instrumento. Las tristezas, los juegos, los amores, las noches. Cuando paro de tocar abro los ojos y ella me está mirando fijamente.
Se acerca y me besa al tiempo que los primeros rayos matinales arrancan destellos de las cuerdas del violín.
—Pensé que-
—Y yo pensé que no había nada interesante en esta noche.

2 comentarios:

  1. Este es el cuento que me publicaron en España en una antología de la noche :)

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  2. ¡Un bohemio, un poeta urbano! ¿Qué lesbiana podría resistírsele?

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