La
realidad se rasgo y ella pasó corriendo sin detenerse a mirar el tajo en la
tela. Salio del callejón corriendo como si supiera por donde iba, pero como no
era así chocó con él. Ella iba vestida con un buen par de botas de suela de
acero, unas calzas plateadas de alguna aleación no permitida, y el torso
cubierto por los harapos que quedaban del ya irreconocible vestido blanco,
ahora más bien gris/sepia/gastado. Él iba de jeans, una remera roja y una
campera, con los auriculares enchufados para no enterarse de lo que le rodeaba,
o de las mujeres que huían directo hacia él.
— ¿Estas bien preciosa?
— ¡No tengo tiempo para estas cosas! ¡Ay!
¡Mi tobillo!
— ¡Fuiste tú la que chocó conmigo! Al
cuerno, déjame ayudarte. Apóyate en mi hombro.
Y por qué no, ella se dejó ayudar. Sabía bien que en ese mismo momento
la grieta que había hecho en la realidad estaba a punto de ser traspasada por
un escuadrón de policías de Mecanus, o peor aún: un Inevitable. Su cabello,
entre cobre y naranja, se rizaba sobre sus hombros, y un mechón colgaba inerte
sobre su rostro; él, mientras tanto, corte puercoespín, barba de tres días.
De haber podido ella hubiera corrido, pero él no le permitía ir más que
caminosaltando a paso normal.
— ¿Pero qué tanto apuro tienes? Nadie
viene atrás tuyo.
—No aún, pero tengo que ganar terreno
antes que lleguen.
—Mira, hay un hospital a dos o tres
cuadras. Te pido un taxi y te acompaño a que te vean ese tobillo, ¿ok?
— ¿Qué es un taxi? No importa, iré a
donde digas mientras sea bien lejos.
—Ehem… Bueno, esto… ¡TAXI! Mi nombre es
Manuel preciosa. ¿Cuál es el tuyo?
—Entiendo el mote. Yo soy Clover Silvertongue.
—El gusto es todo mio.
—Es cierto, Manuel Preciosa.
—Eh, no, no. Manuel a secas.
—Bueno, Manuela Secas.
—No, no. MANUEL. Masculino.
—Ni que tanto. ¿Eso es un taxi?
Dos minutos después ya estaban entrando
en el hospital, y Manuel había logrado que Clover aprendiera su nombre, pero
aún no había logrado que le dijera de qué fiesta de disfraces se escapó de los
de seguridad. A tres cuadras de distancia, en un callejón como cualquier otro,
la realidad se rasgó de nuevo, y un Inevitable posó su pié metálico en nuestro
plano.
—No tengo tiempo de esperar a que mi
tobillo cure. ¿No podemos usar ese taxi para irnos bien lejos de aquí?
—Preciosa, te llevaría directo a mi
apartamento, si tu salud mental no me preocupara un poco más que tu tobillo. El
taxi cobra según la distancia que quieras ir, entre más lejos, más caro.
— ¿Con qué le pagas?
— ¿Es broma, no? Ya te seguí el juego del
“noseloqueesuntaxi” pero no te voy a creer que vivas en este mundo y no sepas
con que se pagan las cosas.
—Yo no vivo en este mundo.
—Ok, ya no es gracioso. Hola, sí, ella
tiene un tobillo, eh… No se, le duele.
—Sí, muy bien, llenen este formulario y
siéntense a esperar en esas sillas—Les dijo un enfermera con cara de demasiadas
horas de guardia por día.
Él la dejo con el formulario y la
lapicera y se acercó a la enfermera de nuevo.
—Sabe, no estoy seguro porque la acabo de
conocer en la calle. Yo solo quería ayudar a una dama en desgracia, ¿me
entiende?
—Sí, claro, lo veo bastante seguido—Con
cara de “te creo porque efectivamente veo seguido que un casanovas acompañe a
tal o cual “damisela” al hospital” Al menos este no tenía pinta de haberla
herido él.
—No, pero mi punto era que creo que está
medio mal de la azotea. No se, tal vez solo es que no confía en mí y por eso me
miente, pero creo que piensa que alguien la persigue…
—Bueno, mientras no sea la policía, no
creo que tenga inconvenientes.
—No estoy tan seguro…
— ¿De que no tenga inconvenientes, o de
que no la persiga la policía?
— Esto, de ninguna…
Manuel volvió con Clover, quien, tras un
minucioso análisis, logró descifrar la lapicera, y haciendo uso de su
clarividencia y poder de Trasgresora, descifró el idioma escrito, como lo
hiciera con el idioma hablado al chocar con Manuel.
El doctor la atendió apenas cinco minutos
después. Tal vez fuera por el hecho de que la enfermera leyera el formulario y
llegara a la conclusión de que las sospechas de Manuel tal vez no fuera infundadas,
llamara a la policía, le comunicara al doctor, este le indicara que contactara
con el psiquiatra del hospital y que los hiciera pasar enseguida por miedo a
daño cerebral, y por la seguridad, no solo de los demás pacientes, sino del
mismo personal del hospital. Pero tal vez solo fuera que la otra gente no
estaba tan enferma después de todo.
— ¿Vas a contarme quien te persigue
ahora?
Clover iba en una silla de ruedas camino
a la sala de rayos x. Ya tenía un vendaje ejerciendo presión sobre el tobillo,
y analgésicos y antiinflamatorios en el sistema. Ni ella ni Manuel sabían que
los rayos x iban a ser en su cabeza, el tobillo estaba bien.
—Bueno, con algo de suerte solo sea la
policía de Mecanus, aunque a estas alturas temo que un Inevitable esté atrás
mio.
—Bueno, ¿puedo saber que hiciste para que
la policía DE MECANUS te siga?
Manuel acentuó esas dos palabras para que
la enfermera que los acompañaba entendiera que ella deliraba. Aparentemente.
—Bueno, la policía me sigue por diversos
motivos, pero mi principal crimen es atentar contra la fachada, el crimen de
verdad y ahora sumo salto planar a la lista.
— ¿El crimen de verdad?
—Sí. En parte saber la verdad ya es un
crimen en sí. Ahora, lo que yo hice fue más bien-
Una explosión la interrumpió a media
frase y los tres se detuvieron y miraron atrás. Los gritos fueron la señal para
Clover de que el tiempo de charla ya había pasado. Se paró de la silla. Manuel
y la enfermera trataron de detenerla entonces el Inevitable entró por la
puerta. O mejor dicho entró a pesar
de la puerta.
— ¿¡Qué carajo es eso?!
— ¡ESO es un Inevitable!
A Manuel eso le alcanzó por ahora; el
peligro era obvio, y la única explicación necesaria. Sabía que tenía que huir
de ESO, fuera lo que fuera. Clover se apoyó en su hombro y huyeron cojeando por
el pasillo. Clover ahora podía andar al menos.
— ¡¿Cómo podemos ganarle si el camina en
línea recta?!
Y efectivamente, el Inevitable caminaba
en línea recta. Solo avanzaba através de paredes, gente, árboles, autos. Sí, ya
estaban fuera del hospital.
Clover le dijo—Nosotros también podemos
ir el línea recta—Le guiñó un ojo y rompió una vidriera con el codo. Pero no,
no avanzaron por ahí. Clover tomó un trozo de vidrio e hizo un tajo en el aire.
Manuel pudo verla rasgar la realidad por primera vez. Clover saltó al tajo que
ondeaba en el aire, arrastrando al anonadado Manuel tras de sí.
— ¿Cómo hiciste eso?
—Laaaaaaargo de explicar. Solo ayúdame a
correr.
— ¡Pero yo conozco esta playa! ¡ESTAMOS A
UNOS DOCE KILOMETROS!
—Doce mil no serían suficientes para
dejar atrás a un Inevitable.
—Allá está la ciudad… ¿Cómo…?
—No hay tiempo. No quiero arrastrarte a
otro plano, eso ya sería una ofensa de tu parte. Involuntaria, pero el salto de
plano ES crimen. Ah, y lo que acabamos de hacer cuenta como el crimen Verdad.
Creo que por ahora solo vendría la policía a borrar tus recuerdos, y te
despiertas con resaca en tu casa…
—No entiendo…
—Bueno, ayúdame a buscar un punto de
salto y mientras te explico.
—No entiendo nada…
—Bueno, empecemos por lo más básico. Todo
es mentira. Todo. La arena, el agua, la luz del sol, el sol, me atrevería a
aventurar que el aire que respiramos es falso incluso.
Iban lentamente alejándose del agua. A lo
largo de la línea curva de costa se veía la ciudad. Clover no lo sabía pero se
estaba adentrando en una península. Tras los medanos la escasa vegetación se
alzaba entre las arenas y el viento. Un poco más allá un par de cabañas, un
camino, y de frente el terreno se elevaba. Los árboles ocultaban el horizonte a
la izquierda, el agua asomaba tras la tierra a la derecha. Comenzaron a
ascender.
—En Mecanus se encargan de controlar todo. Es el plano que está
debajo de todo. Donde el eje del mundo se apoya y torno a donde gira. Pero es
en Proletaria donde se hace todo. De ahí vienen esos árboles, esos medanos,
esas nubes, todo.
—No, lo árboles crecen. En el fondo de la
casa de mis padres hay uno que-Manuel regresaba a la vida lentamente.
— ¿Acaso lo has visto crecer? ¿Lo vigilas
todos los días durante años?
— ¿Estas insinuando que cuando no miro vienen
duendes y reemplazan los árboles por otros un poquito más grandes?
—No todos son duendes. También hay
quasits, imps, y muchos malditos renacuajos.
— ¡Los árboles no se construyen! Crecen…
Clover lo llevó hasta una planta cercana.
Se sacó un brazalete del cinturón, se lo colocó en el antebrazo izquierdo y
arrancó la planta de cuajo con una fuerza sorprendente.
— ¿Ves eso en la raíz?
— ¿Dice…? ¿¡¡DICE AHÍ MADE IN
PROLETARIA????
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