miércoles, 22 de agosto de 2012

Mohicano II

Mohicano I



Tenea caminó cerca de tres kilómetros por el bosque en busca de su presa metálica. Siguió el rastro de huellas hasta escuchar el sonido que le heló la sangre en las venas. Decidió dar un rodeo. Realmente no quería encontrarse con lo que sea que fuera eso de cerca. Cuando quiso acordar estaba subiendo una lomada. Y antes de percatarse lo árboles terminaron abruptamente y se encontró, al borde de un acantilado de tierra, con un espectáculo sencillamente sorprendente.
Caminó cerca de tres kilómetros antes de volverlo a escuchar. El camino bordeaba la costa. La playa se fue elevando y ahora era un acantilado en ascenso. Tenea comenzó a deslizarse hacia el centro de la isla en busca de un ángulo del robot. El ruido del robot cesó. Tenea se tensó por un instante, pero tomó valor y caminó un poco más. El ruido retoma bastante más cerca de lo que hubiera sido cómodo y Tenea logra verlo en un claro. Estaba parado junto a una terminal.

— ¿Cargando baterías chico?

Tenea disparó su cámara. Dando un rodeo en busca de un mejor ángulo, tropieza con un manojo de cables. Al seguirlos con la vista se percata de que salen de la terminal para adentrarse en la espesura. Sin pensarlo siquiera se adentró siguiendo su rastro. Eran tres cables firmes y robustos, dos más grandes y uno de la mitad del diámetro, atados de tanto en tanto. Iban casi en linea recta, subiendo en un trecho y de golpe...

Al bajar la vista a la depresión del terreno, siguiendo los cables que pendían de una columna de hierro a la distancia, Tenea pudo apreciar en toda su extensión unas cincuenta hectáreas de campos en distintas etapas de crecimiento de las variadas plantas allí cultibadas. Lo más impresionante no era encontrar actividad agrícola en la isla, sino que todo el trabajo, el arado, la siembra, el riego, fumigación, cultivo y cosecha, eran realizados por diversos robots sin intervención humana alguna. Tenea no se contuvo de disparar casi todo el primer rollo. Si hubiera sabido lo que le deparaba más adelante no hubiera malgastado tanta película, pero el espectáculo no dejaba de ser impactante.

Mohi estaba acostado boca abajo bajo un tablero de control. No importa cuan automático sea un sistema, el mantenimiento tiene que realizarlo una persona. Ya varias veces intentó crear un sistema automático de mantenimiento, pero lamentablemente este mismo tenía fallas de vez en cuando, y crear un segundo sistema de mantenimiento de respaldo tampoco funcionó por mucho tiempo. De todas maneras Mohi disfrutaba tanto de la construcción como del mantenimiento de la maquinaria, robots y sistemas de la isla.

El problema radicaba en que tarde o temprano sería demasiado viejo y débil como para seguir con el trabajo. Tenía que encontrar una solución antes que fuera demasiado tarde. Ya podría entretenerse con pequeños robots acróbatas o algo por el estilo cuando todo funcionara como una seda sin necesidad de su intervención.

Un pitido en la pantalla a su espalda lo asustó y se golpeó la cabeza contra el tablero de la sorpresa. No había sido detectado nada desde que logró que los robots reconocieran la fauna autóctona de la isla, hacía años ya. Fue a ver, asumiendo que era alguna falla del sistema o tal vez hasta un meteorito. Todo menos lo que era realmente. Al punto que no supo como reaccionar. Siempre pensó que si alguien entraba en su isla sería más bien un ejercito, o comandos de alguna nación. No esperaba ver una espía con una cámara sacando fotos a sus plantíos.

Tenea no supo que la golpeó. Literalmente, el robot la dejó inconsciente antes que su cerebro llegara a percibir nada. Era uno distinto al robot de reconocimiento que ella persiguiera. Ese era solo para detectar; el que la apresó era silencioso como una pantera, y de hecho se parecía bastante al golpe de vista, excepto que tenía cuatro patas delanteras, que era metálico y que en lugar de una cabeza tenía sensores y cámaras, y hasta una mira láser que le daba un aspecto bastante siniestro.

Tenea fue llevaba inconsciente ante Mohi, para que pudiera interrogarla y decidir que hacer con ella más tarde. Mohi estaba bastante nervioso cuando el robot centinela la trajo a su taller. No veía un ser humano hacía cerca de una década. No quería hacerle daño, pero no sabía sus intenciones, y Tenea podía significar perfectamente su perdición. Así que, anestesiada, llegó atada con correas al lomo del robot centinela.

—Em, sachini?—Dijo Mohi cuando vio que Tenea daba señales de estar comenzando a despertar.
—¿Hmpf?
—Utuk nilkan?
—¿Dónde...? ¿Cuándo...? ¡¿Cómo?! ¡¡¿¿Qué pasó??!!
—Tranquila, no te voy a hacer daño. Solo quiero que me respondas algunas preguntas. Al menos veo que hablas un idioma que domino bastante cómodamente.
—¿Quién es ustéd? ¿Dónde estoy? ¡¿Cómo llegué a aquí?! Lo último que recuerdo-
—Tranquila, tranquila. Mi nombre es Mohi. Te vi por la pantalla sacando fotos de mis plantíos. Un robot centinela te anestesió y te trajo a mi taller. Te repito que solo quiero que me respondas algunas preguntas.
—¿Por qué estoy atada?
—Porque no se si representas un peligro para mi. ¿Podrías empezar por decirme tu nombre y qué haces en mi isla?
—Bueno, asumo que mi entrada no fue precisamente la más diplomática, y lo mínimo que puedo hacer es presentarme debidamente. Mi nombre es Tenea, y soy periodista. Vine a esta isla porque nadie sabe nada de ella básicamente.
—¿Qué es "periodista"?
—Esto... Bueno, un periodista traba de averiguar información para informar a la gente... Sí, creo que esa sería la mejor descripción.
—Bueno, si todo lo que quieres es información, no creo que representes un peligro inmediato. ¿Traes armas contigo? ¿Para qué gobierno trabajas?
—No, no trabajo para ningún gobierno. Y no, no traigo armas conmigo, lo juro. ¿Podrías desatarme ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario