jueves, 16 de agosto de 2012

Lluvia de lágrimas


La conocí llorando en un café. Regen dijo que se llamaba. Era meteoróloga y acababa de terminar con su novio.  No pude evitar hablarle. No soy un tipo muy frontal, pero fue algo en su rostro empapado que me impulsó. No quiero decir que fue su llanto lo que me gustó de ella, pero tengo que admitir que fue lo que me llamó la atención. Lloraba no como quien por tristeza deja escapar a regañadientes una o dos gotas locas; no, ella lloraba en abundancia y con una expresión mansa. Se veían brotar las lagrimas de a una y recorrer el caudal de su rostro, un caudal dulce y sereno. Era hermosa. No esa sensualidad de portada de revista, sino esa belleza cotidiana que uno deja escapar a diario cuando ve una mujer bonita y no hace lo que todo el cuerpo le grita, que es ir y hablarle por lo menos. Pero esta vez hice caso.
Yo entré al café Rosmary para resguardarme de la lluvia, iba camino de  mi casa. Primero solo le pregunté que qué le pasaba, porque estaba sinceramente preocupado, no fuera que pudiera ayudar en algo; Luego solo traté de levantarle el ánimo al ver que no era nada grave, pero no pude evitar que mis intenciones personales se colaran en mis intentos por animarla.  No me di cuenta como la lluvia amainaba a medida que su rostro resplandecía con esa hermosa sonrisa, de eso me di cuenta bastante más tarde.
Cuando la lluvia paró le di mi teléfono y partí. Esa misma noche nos vimos. Solo recuerdo su risa. Amaba hacerla reír. A nadie le llamó la atención que hubiera un veranillo tras la lluvia torrencial de la tarde. La gente nunca se queja cuando no llueve, hasta que es muy tarde, obvio.
Me gustó, le gusté, nos volvimos a ver, una y otra vez, y antes de darme cuenta estaba presentándoles a mis padres mi flamante novia. Fue esa noche que me di cuenta. Yo, embobecido como todo enamorado, no puse peros a sus respuestas evasivas, no indagué en nada. Solo me interesaba estar con ella, oír su risa. ¿Qué me importaba donde trabajara realmente, si podía pasar su tiempo libre con ella? Fueron mis padres quienes la pusieron en jaque. Sí, era muy buena para predecir el clima, pero había que admitir que hacía casi un mes que no llovía (Desde la tarde que nos conocimos precisamente), aparte de eso no tenía pruebas de que fuera meteoróloga. O humana directamente. Nunca la había visto comer. La cena se puso incomoda tras preguntas como cuando había nacido, donde había crecido, quienes eran sus padres, y esas cosas típicas que preguntan los padres que ella respondió con evasivas cada vez más y más obvias. Tras el postre tuvimos una charla cada vez más incomoda hasta que, llorando, se fue corriendo bajo la lluvia. Llovió por tres días. Lo que la gente decía era simplemente que la sequía había terminado. Esa extraña sequía de invierno. O que la primavera se vino antes de tiempo. Nadie hablada de mi obviamente. Nadie hablaba de cómo la buscaba sin saber por donde empezar. Nadie hablaba de cómo lloraba de rabia y frustración, porque por ese mismo secretismo que discutimos era que no podía dar con ella ahora. Nadie habló de cuando la encontré en el mismo café que nos conocimos, ella sentada llorando como la conocí, con esperanzas de que yo fuera, yo dispuesto a perdonarle todo el secretismo del mundo y volver a intentarlo.
La lluvia paró en seco.

Fue iniciativa de ella contármelo todo. Yo le dije que no podía ser, que era una superstición. Ella se puso a llorar. Comenzó a llover. Le creí. Dejó de llorar. Paró la lluvia. Había decidido estudiar meteorología para ver si podía entender como quitarse esa maldición. Le costó mucho hacer los papeles falsos. No dormía, no comía, no precisaba casa, ni trabajo, pero precisó un número de documento para poder estudiar. No sabía cuan vieja era, entre más viejos los recuerdos más borrosos eran. Se mudó a mi casa esa misma noche. No llovió durante tres semanas.
Hay ciertas cosas que tomar en consideración para tener una relación romántica con la lluvia, como por ejemplo, que si no peleábamos durante mucho tiempo había una sequía. O sea que nuestra felicidad ponía en peligro a todos los que nos rodeaban. Por eso fue nuestra siguiente pelea justamente. Ella decía que no merecía ser feliz si por eso tenía que sufrir tanta gente, yo le dije que todo el mundo merecía ser feliz, que solo había que encontrar una manera de resolverlo. Pasaron dos semanas donde fuimos medianamente felices, pero cada vez menos. Lluvias de veinte minutos tras un mes de sequía no eran suficientes. Lluvias de tres días eran peor.
Nos terminamos separando, y llovió mansamente durante dos semanas y media. Dos semanas que yo pasé buscando una solución. Casi pierdo mi trabajo, pero valió la pena.
Aparentemente su poder era absoluto. Regen aparecía en los radares y en las imágenes de satélite como una anormalidad. Pero tenía un radio limitado. Era tan simple como moverse constantemente para que la lluvia natural se asentara cuando ella no estaba.
Ahora ella es azafata, y yo la espero en un aeropuerto distinto cada vez. Hace mucho que no veo llover.

3 comentarios:

  1. Boh, díganle a la Regen que llore todo lo que quiera pero que no se meta más en mi casa que estoy podrida de las goteras cada vez que llueve! Tá, pero all lame jokes aside, me gustó :)

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  2. Boh, díganle a la Regen que llore todo lo que quiera pero que no se meta más en mi casa que estoy podrida de las goteras cada vez que llueve! Tá, pero all lame jokes aside, me gustó :)

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  3. Vielen dankeschön Fräulein :) A mi el final me parece medio choto, pero si gustó, gustó n.n

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