sábado, 15 de enero de 2011

Láikmi

Láikmi era una pequeña muñeca de trapo en un mundo de muñecos. Pero Láikmi estaba sola. Caminaba por las calles entre espantapájaros y marionetas, pero no tenia ningún amigo. El problema de Láikmi era que quería tener amigos. Buscaba amigos. Así que intentaba caerles bien.

Uno solo tiene una oportunidad de una primera impresion. Y en un mundo con tantos muñecos, solo había tiempo de una primera impresión... Intentó ser alegre con un muñeco que vio sonriendo. Pero resulto que tenia la sonrisa pintada en la cara, y en realidad era huraño y malhumorado... Láikmi no era alegre, era melancólica. Si hubiera sido ella misma tal vez le hubiera caído bien. Pero el problema es que lo que a uno le disgusta, tal vez a otro le agrade, y Láikmi quería caerle bien a todo el mundo. En realidad quería caerle bien a quien fuera, pero lo que hacia para caerle bien a un muñeco de acción le disgustaba a una marioneta de calcetín, y lo que hubiera hecho que le cayera bien a una marioneta de hilo, le desagradaba al espantapájaros con quien lo probaba.

Así que Láikmi intentaba ser de una manera que le cayera mas o menos bien parejo a todo el mundo, algo que no disgustara por lo menos. Pero alguien que solo no molesta no llama la atención como para una segunda impresión, y se queda en una semi-buena primer impresión que tuvo el mismo efecto que una mala...
Láikmi tenia muchas cosas buenas, y había mucha gente que se hubiera enamorado de la tierna muñequita de trapo, pero nadie se molestaba en conocerla. ¿Por qué a esa muñeca en especial, cuando hay tantas muñecas de plástico o de porcelana?

Y Láikmi seguía sola, bagando por las calles, tratando de no molestar. Hasta que se dió cuenta de que tratando de no molestar no tenia amigos, ¿por qué no intentar con molestar? Más de seguir sin amigos... No tenia nada que perder. Así que Láikmi se subió a la estatua del centro de la plaza y recito un poema a viva vos. Un poema que ella misma había escrito, un poema sobre la soledad, sobre la tristeza, sobre el alienamiento, y un poema sobre la amistad. Cuando terminó se dio cuenta de que muchos muñecos no la habían escuchado. Varios otros sonrieron, sintiendose identificados, pero solo se alejaron: eran solitarios y lo seguirían siendo, poema o no. Otros se entristecieron, se enternecieron, se apiadaron y a vos de "pobre muñequita", pero solo le arrojaron un par de monedas a los pies de la estatua. Pero a la estatua esto no le gustó. Y con la muñeca aun en hombros se irguió en toda su estatura y les dijo a todos:

"¿Acaso se creen mejor que ella? Ella es menos que ustedes para que la ignoren? No es suficiente para ser su amiga y se alejan? Le sienten lastima porque no tiene amigos en lugar de ser sus amigos? Deberían sentirse avergonzados, porque no se merecen que esta muñequita sea su amiga. Todos ustedes creen tener amigos, por eso no los buscan, pero se equivocan. Ella es la única que se merece un amigo, y solo los tiene a ustedes para recurrir. Eso es lo único por lo que podría darme lastima."

La multitud se disperso avergonzada, no sabiendo como más reaccionar ante la enorme y malhumorada estatua de bronce. Y Láikmi temblaba temerosa en el alto hombro de la misma, mitad miedo por la altura, mitad vergüenza por haberse subido encima de la estatua sin permiso. Láikmi le pidió disculpas, y la estatua le preguntó si le gustaría ser amigas. Ella también estaba sola, porque no podía salir de su pedestal. Y desde entonces Láikmi va a diario a la plaza a recitar poemas frente a la estatua.

1 comentario:

  1. Lindo, me gusto el nombre de la muñeca n_n
    En algunas cosas que escribis parece que me describireas a mi, supong que lo que le sucede al hombre nunca dejara de ser propio del hombre... o de las muñecas, llegado el caso.
    De adolecente me pasaba algo semejante, por lo cual decidi que no me interesaba dar una buena impresion, al contrario, prefiero que la primera impresion sea bien mala, para que nadie tenga tiempo de decepcionarse... no siempre funciona...

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