domingo, 9 de enero de 2011

Saturando una mente

Me he arrancado los ojos con mis propias uñas. Cerrarlos solo quería decir ver las pesadillas en el interior de mis parpados, tatuadas eternamente en mi subconsciente. El horror era tan grande que el dolor llego casi como un alivio y al fin pude dormir. No tranquilo, eso nunca. Pero dormir al fin. Pero por más que no tengas ojos despierto, las imágenes te llegan dormido. Y ahora al despertar con un grito ahogado, con el rostro cubierto de mi propia sangre y mis piernas de mi propia orina, y con el corazón arañando por escapar de mi pecho a través de mi boca, ahora estaba ciego. 

La locura se apodera de tu mente en ciertas circunstancias. Todo comenzó cuando mi tripulación se amotino y me envió en un bote salvavidas, con un arma, un compás y comida para un día. Me abandonaron en la periferia de este refugio natural que encontráramos ese mismo día. El lugar fue la causa del motín.
Mis intenciones eran atracar para explorar y tal ves buscar provisiones, viendo las condiciones optimas del lugar, pero la tripulación se encontraba susceptible por demás y se negaron al punto de revelarse cuando insistí. 

Siempre fui un buen capitán y me tenían en alta estima. Asumo fue por eso que me ofrecieron encerrarme en mi camarote. Fui yo quien les pidió que me enviaran a este lugar de pesadilla. No creo que haya jamas decisión de la que me logre arrepentir más. Aún si logro salir de este aislado rincón de espantos. Ni se les había ocurrido la opción, siendo para ellos peor que matarme el enviarme a aquí. Nunca sabre porque, pero lo mismo que los asustaba a ellos, eso mismo que les gritaba directo en la mente que huyeran, era lo que me pedía a mi venir...

Insistí tanto como ellos insistieron que no. Hasta me ofrecieron el mando de la nave si solo huíamos y no había represarías. Pero ya a ese punto solo quería bajar a ese planeta. Y a medida que el bote salvavidas descendía, las imágenes fueron pasando frente a mis ojos. No me entere hasta arrancármelos de cuajo que no eran mis ojos los que veían.

Hice contacto con el planeta en una especie de desierto gris. Un yermo desabrido, lleno de sonidos he imágenes. Era como estar sumergido en un caldo hecho por los sueños de mil almas en pena. Casi podía nadar en esas ondas que me rodeaban, que entraban y salían de mi ser, haciendo remolinos en torno mio, hasta que no lo pude soportar y en medio de convulsiones caí inconsciente. Pero fue peor en sueños y rápidamente desperté en plena pesadilla, de la manera que sabría costumbre apenas unos días después.


En el interior del bote salvavidas estaba a resguardo de las voces que hablaba un lenguaje alienijena y de las visiones de mundos oníricos que no existirán jamas. Pero las paredes del bote solo atenuaban el efecto. Me di cuenta en este punto, después de entrar arrastrándome al interior del bote, de que era eso lo que habíamos sentido todos. Solo que yo sentí una especie de curiosidad, mientras que los demás sintieron pavor. Sí hubieran sabido lo que esperaba en superficie de ese planeta aparentemente azul, solo hubieran huido más a prisa...

Finalmente, semi acostumbrado, me aventure al exterior de nuevo. Eventualmente logre encontrar alimento. El cadáver de una criatura enorme y peluda, con la cola y las cuatro garras peladas. Unas criaturas voladoras se alimentaban velozmente. No tenían boca, sino una especie de trompa que segregaba un fluido que derretía lentamente la carne, y luego la succionaban de nuevo por la trompa misma. Tenían un par de enormes ojos compuestos y seis patas.

A estas alturas no estaba seguro de si las criaturas eran reales o otra alucinación más, pero ya no importaba. Podía comer la carne de la criatura sin problemas. No moriría aun. Tal ves eso me pareciera bueno en el momento a través de la nebulosa de sueños que danzaban en mi cerebro. Pero a esta altura, tres de los días locales después, y unas dos de nuestras semanas, ciego y sordo por mano propia, he tomado la decisión de hacer esta grabación y terminar con esta agonía. 

Pido disculpas por lo entreverado que pueda haber quedado esta especie de narración, pero no soy ningún poeta, y estoy al borde mismo de la locura, si es que no pase la barrera al momento de tocar tierra en este planeta.

Nadie sabría nunca que esa lata blanca tirada en el techo de un estacionamiento, junto al cadáver de una rata, era el bote salvavidas de una nave, de una especie capaz de captar las ondas de radio de nuestros celulares y sistemas wi-fi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario